Una fecha viva como un pájaro

 

17 de junio, año 2018. ¿Se lo grabaron? ¿Dónde los agarró la onda telúrica de que le ganamos a Alemania? ¿Toparon cómo el Chucky vio la jugada desde hasta allá, corrió como un lebrel que lleva el diablo pensando esta la meto esta la meto y fue y la metió? Y luego, inverosímilmente, absurdamente, el árbitro silbó el final y era cierto: le ganamos a Alemania. Qué día. Qué curiosa la separación que se sentía entre las suelas y el piso toda la tarde de ayer. Era como si un campo magnético invertido impidiera que los pies tocaran el suelo. Yo lo intentaba y nomás no podía; hasta hacía presión y no podía. Era imposible no flotar. Esperamos que hayan celebrado con unos carajillosunos tequilitas, unos mezcales o el veneno de su preferencia. La vida volverá a la normalidad (¿verdad?, esta sensación no puede durar por siempre, ¿verdad?) pero ayer existió y ese recuerdo ya está grabado.

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Por ahora, a otras cosas. Ya está lista la tercera entrega de #UnaOrdenconTodo, la columna en que Luis Reséndiz explora los infinitos matices de la comida callejera. La comida callejera es como un fractal: entre más te acercas, más rica es. Piensen en el ejemplo del taco árabe sudado, ese “milagro del ingenio”. Luis trata de demostrar en su texto cómo ese taquero ejemplar, “como un poeta, un carpintero o un futbolista, se adueñó de las múltiples soluciones creadas en su disciplina para crear una solución nueva e inesperada. Como el lenguaje o la música, la cocina callejera es un tejido creado a partir de innumerables cruzamientos entre distintos hilos”. Nosotros, que atestiguamos el milagro de ese taco, podemos confirmar la versión. La teoría de la relatividad, el Ulises de Joyce, este taco: la mente humana trabajando a mil por hora.

Javier Elizondo, un colaborador casi recién llegado a HojaSanta (¿leyeron la semana pasada su texto sobre Bourdain, Ceviche de perro negro?, esa fue su bienvenida), nos ha propuesto un ‘recetario crítico’. Ya veremos hasta dónde llegamos. Ojalá que sea lejos. La primera entrega es de jaibas en adobo. Pero esperen: no es una receta de jaibas en adobo cualquiera; es una receta que los va a hacer reír y decir qué pedo, qué se trae este señor. Si no existía el género ‘receta cómica’, considérenlo inaugurado.

Uno más: traemos un extracto de 24 horas de comida en la ciudad de México (Planeta, 2018), libro de Andrea Tejeda y Alonso Ruvalcaba. Éste es de las 2:16 de la tarde, la hora de la comida, que es decir el alma de la fonda. La fonda es más casera que la casa. La fonda es resistencia de la casa ante la urbe, que avanza y deglute lo que puede, que es casi todo. La fonda es una réplica de la casa pero no de la cosa ‘casa’ sino de la idea ‘casa’. La fonda es familiar. En la fonda decimos “Provecho”. En la fonda como en la casa decimos “sopa seca” cuando hablamos de arroz o de espagueti o de coditos. ¿Y cuál será el plato esencial de la fonda, que equivale al plato esencial de la cocina chilanga? Nuestro voto va para las albóndigas. (El postre es opcional en la comida corrida de una fonda. “No al Bocadín como postre” en una fonda, clama Scarlett Lindeman.) La fonda es la casa fuera de la casa. Que la fonda siga siendo fonda. Por cierto, pueden comprar ejemplares firmados de 24 horas de comida aquí.

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En poesía existe un tópico que los especialistas llaman ‘Collige virgo rosas’, por un verso de Ausonio, poeta del siglo IV. El tópico dice: disfruta este momento –coge las rosas, muchacha, o sea collige virgo rosas– porque todo se está yendo siempre y las rosas se van a morir en unos días y tú misma en unos años ya no vas a ser tú. La belleza es pasajera. La dicha es pasajera. Y pues sí. Entonces: cojamos las rosas del día de ayer, 17 de junio de 2018, una fecha viva como un pájaro, y disfrutémoslas mientras nos duren. Tenemos al menos cinco días en que nadie puede decir que no somos campeones del mundo. Hagámonos un gran rostizado y unos cocteles. Y ai que venga la santa muerte a tratar de quitarnos lo bailado.~