Maneras de despedirse

 

Todo el tiempo nos estamos yendo. Siempre estamos dejando de estar en algún lado, incluso cuando permanecemos inmóviles. El futuro siempre está dejando de ser esperanza o miedo y convirtiéndose en presente; el presente siempre está dejando de serlo y convirtiéndose en recuerdo; y el pasado, a su vez, siempre está dejando de ser recuerdo y convirtiéndose en olvido. Nuestra actual condición de sapiens hace inevitable esa constante fuga.

La semana pasada apareció el volumen número 17 de HojaSanta. Es el último que existirá en papel.

hojasanta_dossier 03-lindeman_adios a todo eso.jpg
 
 

Dejar ir HojaSanta impresa nos dolió en la oficina casi unánimemente. Pero había que aceptar que hacerlo era previsible, tal vez inevitable. Algunas cosas conspiraban contra su existencia: los costos altísimos del tipo de revista que queremos hacer, su periodicidad trimestral, nuestra terquedad en ciertos contenidos combinada con un no pequeño desconocimiento de los mecanismos de venta de publicidad y de fondeo, la reticencia de algunos clientes a esta apuesta de –¿relativo?– largo aliento, no se diga la preeminencia de internet. Pero no desapareceremos; simplemente, a partir de enero, 2018, viviremos en línea.

(Aunque ahí seguirá la hemeroteca para que se hagan de ella si les faltan números.)

Nuestro nuevo/último volumen tiene este tema: Maneras de despedirse. Si lo piensan, una forma de enunciar la inflexible transformación que es estar vivo es el saludo. Puede ser el saludo que dice hola o el que dice adiós. Normalmente consideramos el hola y el adiós como formas opuestas del saludo, pero apenas un asomo a la textura de su discurso las revela más entrelazadas o más nebulosas. El terrible adiós que es separarse de una pareja ¿no es en realidad un hola a todas las parejas nuevas por venir? La llegada de un hijo –tal vez el más grande hola que somos capaces de decir– ¿no es también un adiós a una forma de vida?

foto: Andrea Tejeda

foto: Andrea Tejeda

Hoy le queremos dar la bienvenida a la despedida. Es lo sano. La fotógrafa Andrea Tejeda viajó a Rumania, atestiguó una matanza ritual –un tremendo adiós– y nos trajo este portafolios. Moraleja: nunca se encariñen con un marranito. Scarlett Lindeman y Jorge Pedro Uribe le envían un iracundo adiós (un chinga tu madre, en realidad) a algunas costumbres restauranteras de México y el mundo –más de México, y específicamente de esta cosa que padecemos como DF–. Pero el texto de Scarlett es también una canción de bienvenida. Pablo Duarte dice otro gran adiós, salvo que el suyo es personal o íntimo, no proselitista. “Me despedí de la carne con un taco de chicharrón que aún me grita que no lo abandone”, escribe por ahí. Luis Reséndiz y Renata Lira han pasado la vida mudándose: diciendo hola y adiós. Luis habla de dieciocho mudanzas y de todas las comidas que se pierden con ellas; Renata, de una mudanza muy específica y de un pastel para decir adiós sin llorar demasiado. (Ustedes tal vez lloren con su texto; de eso se trata.) Begoña Sieiro toma la manera de comerse un taco como una metáfora de acercarse a esta incesante variación que es el paso del tiempo. Daniel Krauze da una bienvenida saludable: es para su pequeña hija, quien es ella misma, más que nunca, cuando él la ve comer. Margot Castañeda encuentra, con reparos, un nuevo restaurante de domingo tras una pérdida grandísima. Y Jimena Lechuga sirve una cena no imaginaria para todas esas vidas tan queridas que ya despidió. ¿Qué se le hace? Vivir es estar perdiendo a cada rato.

También les hicimos una playlist para decir adiós: a sus amigos, a sus amores, a sus muertos, a sus viejas casas, hasta a la versión impresa de HojaSanta. Son puras canciones de 2017, que si algo bueno tuvo fue música. “Creímos que íbamos a estar ahí lo que nos quedara de vida”, dice una voz anónima al principio de su primera canción. “Pero por supuesto que no resultó así.” Escúchenla toda acá.

La próxima semana estaremos de vacaciones, pero el 8 de enero volveremos con nuevas cosas que compartir. Están padres. Por ahora: Adiós.~