Una canción de amor

 

La canción de amor, dice Nick Cave, príncipe de las tinieblas, puede ser una canción de exaltación y loa, de rabia y desesperación, de erotismo, de abandono y de pérdida. Toda canción de amor se dirige a Dios porque la canción de amor habita los cuartos hechizados del anhelo. Toda verdadera canción de amor, continúa Cave repitiendo a García Lorca, tiene duende. Lorca escribió que no hay verdad más grande que todo lo que tiene sonidos negros tiene duende. Duende es inexplicable pero reconocible. “El duende –dice– es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar […] No es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto.” El duende no es el demonio teológico ni la musa ni el ángel; el duende trae una frescura totalmente inédita, una calidad de rosa recién creada, de milagro. 

Los tacos árabes, flor de sal de la cocina de Puebla y de la historia del mundo, tienen duende. Y su canción es una canción de amor que habita este cuarto hechizado de anhelo y que cantaremos esta semana

Empecemos con algunas notas sobre su origen. La historia del taco árabe se remonta (tal vez) a Irak, a la amada y destruida Baghdad, a las historias del califa Harun al-Rashid, el ortodoxo, el justo, el que paseaba por los bazaares de su ciudad disfrazado de cualquiera –de ti o de mí– y acaso comía proto-tacos en aquellos puestos sólo parcialmente oníricos. No podemos saberlo, pero nada nos cuesta intuirlo detrás de la historia de dos familias iraquíes llegadas a Puebla después de la primera guerra mundial. El duende de los tacos árabes también aparece en los bazaares de Baghdad.

Continuemos con una exploración de cómo el taco árabe ha extendido sus curiosos dominios. En esta miscelánea, Rafael Navarro Guerrero cataloga tortas y cemitas y costras árabes y pizzas y chilaquiles y variaciones de salsas y yuxtaposiciones de panes pita y pregones y empanadas árabes y empanadas hawaianas modificadas con carne árabe y molotes y gorditas y memelas y chalupas jorobadas con carne árabe y tacos árabes con barbecue y con nabo y cervezas para tacos árabes y caldos de camarón con carne árabe. Verdaderamente el legado del taco árabe es interminable, y el taco árabe es a la vez un eslabón más de una cadena interminable de traducción y remix y plagio de carne metida en una suerte de bollo. El duende está por siempre enlazado a esta cosa que compartimos todos, aunque no queramos, y que tiernamente llamamos ideas.

Terminamos con un cuento. En él, un profesor en una universidad de Puebla –¡tenía que ser Puebla!–, después de un breve lapso paranoico, enfrenta un taco sensacional, uno de esos platos que detienen el instante. Todo parece una visión, una fantasía, a memorable fancy. ¿Pueden tener estos tacos en realidad un origen serrano, pueden ser una ignorada herencia de los habitantes de esta tierra antes de las migraciones de Medio Oriente? Por supuesto, esta ficción no puede responder esa pregunta, pero su atisbada ambigua respuesta es inquietante, incluso horrorífica, como la voz del duende cuando se digna a decir palabra.

Sigan paseando por nuestro sitio. Por acá, Luis Reséndiz pondera el taco árabe sudado, milagro, rosa recién creada del ingenio. Si viven en el DF o andan de visita en la ciudad del millón de tacos vayan a El Hayito en la Narvarte por tacos árabes clásicos o, en el viejo centro, a Baltazar, la joven taquería que es uno de nuestros restaurantes nuevos favoritos. Si quieren cocinar intenten esta pita de pavo yucateco para que comprueben que la herencia del taco árabe es una verdadera historia sin fin. O tal vez quieran pasar a una de nuestras #coautorías (el link es sagrado), que esta vez es un viaje en el tiempo a Estambul. Si les dan ganas, súmense a nuestras redes. Estamos en las que están todos los tacos: twitter, facebook e instagram. También, si quieren, pueden borrarse de nuestra lista aquí. Nos dará tristeza decirles adiós, pero ni modo: todas las canciones de amor terminan en un punto. De otra forma, acá estaremos la próxima semana. 

Viene nuestro duende.~