Semana Internacional de Fotografía

 

La fotografía tiene un papel cada vez más protagónico en nuestras vidas; tanto que a veces parecería que, si no lo fotografiamos, eso (cualquier cosa) no sucedió. O nunca nos lo comimos. En HojaSanta queremos dedicar esta semana a inspeccionar la intersección entre el arte de la fotografía y las diversas artes que forman la gastronomía. Comencemos por los ganadores del Pink Lady Food Photographer of the Year 2017, un certamen que atrae hacia sí fotógrafas y fotógrafos talentosísimos, además de perspectivas y lugares inesperados. (Acá están los de 2016, por si se los perdieron el año pasado.) Pero, para que no nos tomen por esclavos de la novedad, aquí tienen algunas piezas del fotógrafo Lewis Hine, un retratista/denunciador del trabajo infantil en Estados Unidos. Fueron tomadas entre 1910 y 1917.

Lewis Hine

Lewis Hine

La fotografía de comida se presta a la exploración visceral. No es raro que encontremos en ella muerte, sangre, evisceración. Es natural: buena parte de lo que nos comemos son animales hechos pedazos. En su serie Carnitas Andrea Tejeda quiere separar al animal que anduvo sobre la tierra del montón de materia que está en mercados, en carnicerías en refrigeradores, en mostradores. Joss McKinley, por su parte, encuentra una belleza baconiana en las carcasas y las piezas de la ‘sala de carnes’ de una taberna, y evoca una inquietud a través de sus texturas, siempre a punto de abrir paso a la sangre.

Andrea Tejeda

Andrea Tejeda

(Hablando de mercados, no se pierdan la serie fotográfica de Felipe Luna sobre el verdadero aparato digestivo de la ciudad de México: la Central de Abastos.)

La fotografía de comida también se presta al sentido comunitario. Vean por ejemplo esta selección de retratos realizada en el Sanborns de los Azulejos, centro, CDMX. Es como si todos estuviéramos invitados a una fiesta secreta. Si lo piensan, tal vez lo estamos. Pero la fotografía de comida se presta igualmente a la negación del sentido comunitario: a la soledad, a la introspección. Vean por ejemplo la serie Table for one, donde Jerry Hsu nos ofrece una mirada casi cándida, como una cámara escondida, al acto indiferente de comer solos; o la serie Aquí se come, donde Eva Villaseñor retrata cocinas que parecen habitar en los últimos días del mundo.

Felipe Luna

Felipe Luna

La fotografía de comida se presta a un montón de cosas más, claro, pero no queremos dejar pasar esto: puede ser una forma de juego, de comentario jocoso, de guiño. Piensen en Jacques la Merde, una chef que se coronó algún tiempo como la verdadera reina de Instagram; sus emplatados de altísima cocina elaborados con ingredientes de bajísima calidad son una bofetada al ‘buen gusto’. Una broma genial. Ai les van más ejemplos: una pizza anda suelta en Los Ángeles (fotógrafo: Jonpaul Douglass), los gallos de pasarela de Ernest Goh, la vida secreta de los vegetales de Maciek Jasik, lo cotidiano comestible esculpido y fotografiado por Dan Cretu, los pantones alimenticios de David Schwen…

La foto no se acaba.~