#Coautorías: Vámonos a Veracruz

fotos: Alejandro Maafs

Buenos días. ¿Hicieron la tarea? “Veracruz se localiza en la parte este de México, al sur del Trópico de Cáncer, entre los paralelos 17º 10’ al 22º 15’ de latitud norte y los meridianos 93º 35’ al 98º 34’ de longitud oeste. Su forma es una franja con una longitud aproximada de 790 km y un ancho que varía de los 33 km a los 183 km, cuenta con una superficie de 72,410 km2. Colinda al este con el Golfo de México, lo que le da un litoral de 745 km.”[1] Bien recordarán que en la clase pasada les comentamos que Veracruz es tan versátil en su comida como lo es en todos los demás aspectos; por eso hoy, a falta de la libertad de viajar, les vamos a dar un recorrido virtual, un recorrido textual.  

Empecemos con las palabras de nuestro único y querido Luis Reséndiz, escritor noventa y nueve por ciento veracruzano, mientras maneja la van por la virtual autopista que recorre su estado: “Los mariscos están unidos indisolublemente a Veracruz, pero lo que es peculiar aquí es su mezcla con la masa: los volovanes o empanadas de jaiba, por ejemplo. En el istmo las cosas cambian y está la cochinita pibil, que es diferente a la de Yucatán, y la carne chinameca que representa la unión con Oaxaca. Más al norte, hacia la huasteca, está el zacahuil, un tamal enorme que se come en fiestas importantes.”  

Otro personaje que es indiscutiblemente veracruzano es La Parroquia. Luis también nos platicó sobre ella aquí: “Fundado en 1808 –antes incluso de que Hidalgo soltara aquella famosa interjección doliente–, el antiguo café de La Parroquia ha soportado lo mismo a Iturbide que a Díaz, a Salinas que a Calderón, a López Portillo que a otros cuantos presidentes. La Parroquia ha aguantado lo mismo crisis que invasiones extranjeras que huracanes; su permanencia en el puerto de Veracruz tiene ya menos que ver con la calidad del café que con su función social.”  La Parroquia también aguantó una pandemia, así que la declaramos ídola veracruzana.

 
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La Parroquia –la primerita, la del Malecón y Valentín Gómez Farías– es para estar todo el día, aunque a nosotros nos gusta más en la mañana, tempranito, para despertar ya bien con un lechero y unos huevitos tirados. Y para hacer hambre también porque al medio día agarramos el coche y el malecón y nos vamos al brunch en el Grand Fiesta Americana. Ni pensar en que nos lo vamos a perder. Pedimos enfrijoladas y sopes porque unx no viene hasta acá sin probar maíz jarocho. Más café con su lechita y jugo y ¿tiene mimosas, joven? Bueno, una también, gracias. Oigan, ¿se acuerdan que ya les habíamos hablado de las conchas rellenas de frijoles, las bombas? Pues en Grand Fiesta Americana nos escucharon dudar de ellas (un instante) y dejaron caer sobre nosotros decenas de conchas rellenas de frijoles. Decenas de bombas. Y no nos arrepentimos de nada. Brunch del Grand Fiesta Americana, te debemos tanto.  

Ya repuestos, ya descansados de un breve mal del puerco, agarramos la camioneta imaginaria y, con la certeza de que queríamos mariscos, dijimos ¿a dónde vamos? ¿Al norte hasta Chachalacas o al sur, a Boca del Río? Y consideramos que este viaje era virtual así que fuimos a los dos. Primero a Chachalacas, unos 50 kilómetros al norte del puerto de Veracruz. Qué playa eh. Qué dunas. Y qué mariscos. (Uno no puede ir a Veracruz y no comer mariscos. Sería como ir a Puebla y no comer mole o a la ciudad de México y no pedir una guajolota. Nomás no.) En Chachalacas se sienten como una bocanada de aire fresco, salado y a la vez apapachador. Y al mismo tiempo fuimos al sur, a Boca del Río y en específico a la zona de Mocambo. Si quieren mariscos –quieren, no se hagan–, cuando estén en Mocambo hagan como nosotros y vayan al restaurante Villa Rica. En Villa Rica se esmeran, de verdad se esmeran, en transmitir la alegría y el cariño jarocho a todxs. También se esmeran con sus pulpos, sus ceviches, sus moluscos. (Los ostiones en su concha, una de sus múltiples especialidades, son tan tan buenos que mejor de plano pedimos la orden de dieciséis. Háganlo ustedes también.)  

¿Qué más podríamos decir de Veracruz? Es diversa y compleja, soleada y húmeda y verde. Su gente es al tirísimo –dan ganas de un mundo sin pandemia nomás para poder abrazarles– y su comida es inolvidable. Y no lo decimos nomás para exagerar; lo decimos literalmente: no se puede olvidar. Ir a Veracruz es un triunfo y ese triunfo trae un premio para la mente, para la panza y para el alma.~





[1] http://siaversedema.org.mx/biodiversidad/