Algo sobre mi encuentro con la pizza cubana

 

por Arantxa Osnaya

Mi viaje a Cuba se resume en dos cosas. La primera es un gran y descubierto amor por el Che. Estaba guapísimo el revolucionario. Su imagen se me fue metiendo en la cabeza a niveles tan grandes que tengo que admitir haber soñado con él en mis últimos días en Cuba. (No me juzguen. La imagen del Che está plasmada en absolutamente todo, era inevitable nuestro encuentro.) La segunda es un amor todavía más grande y recién descubierto por la pizza cubana.

Por razones que nadie desconoce la comida en Cuba es limitada. La cocina, como la de tantos lugares, se basa en lo que esté a la mano y no afecte al bolsillo. Y, como en tantos otros lugares (piensen en la ciudad de México), esa cocina modesta puede ser revolucionaria. Puedes parar en cualquier paladar –fondas de zaguán o comedores domésticos– y la garantía es que te comerás el mejor pollo acompañado de moros con cristianos de tu vida. (Hasta el siguiente paladar, donde tal vez sea mejor.) Pero, si me preguntas a mí, el mero mero mole está en los pequeños locales o ventanas de las casas cubanas donde venden pizzas y sin importar que sean las 10 de la mañana te va tocar formarte bajo el sol caribeño para disfrutar de ese reconfortante circulito de masa, tomate y queso.

La pizza te elige a ti. Y esto lo digo porque en mis momentos de peor mal genio (sí: peor mal genio), cuando me urgía tener algo en el estómago, no tuve la rara fortuna de que una pizza me eligiera a mí. Pero si por tu buena conducta y tu personalidad altruista la pizza te elige y quiere que la encuentres lo harás en la ventana de una casa antigua sobre una calle a la que llegaste por error: porque estabas buscando otra calle, tal vez; o acaso en algún local anónimo al que sólo decidiste entrar por la curiosidad que da ver tanta gente amontonada en un cuarto diminutamente caliente.

La pizza te elige a ti pero tú eliges con qué quieres tu pizza. La puedes dejar natural. La puedes pedir con puro queso o apenas con cebolla o pimiento. Y si de veras eres de esas que ayudan a las abuelitas a cruzar la calle tendrás la fortuna de que haya jamón, salchicha o alguna otra proteína para ponérsela encima, como en los casi olvidados tiempos de prosperidad. Ya que te entreguen ese círculo angelical debes doblarlo por la mitad en forma de taco o quesadilla. Como en casa. Eso no lo digo yo. Yo nomás se lo copié a una señora que me dijo desde una ventanita que así sabe mejor.~