Cae la tarde en Hotel Carlota

 

Tequila Revolución; fotografías Ana Lorenzana

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La próxima vez que estén en el restaurante del hotel Carlota, allá en la colonia Cuauhtémoc, ya después de los excelentes postres, como su untuoso tiramisù con queso mascarpone, como su fresca tarta de frambuesas y almendras, como la genial crème brûlée de mamey y chocolate (cuya receta nos compartió Sofía Cortina, chef repostera de Carlota, por si ocupan); en ese momento en que el sol de la tarde empieza a caer detrás de Santa Fe y las lomas occidentales de la ciudad, y es muy probable que de un momento a otro llueva a mares en el DF; en ese momento donde uno duda si arrancar una sobremesa en serio o no, en dejarse llevar por la conversación o no. En ese momento, vaya, decidan que sí, que es día de arrancar la sobremesa en serio y pídanle al mesero o la mesera –son atentísimos ahí, por cierto– que les prepare un “coctel de la casa”. 

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Por si acaso, y para que se les antoje desde ahorita, el coctel va así:

2 rodajas de pepino
1 rodaja de chile serrano
Onza y media de jugo de lichi
Onza y media de jugo de manzana
Onza y media de Tequila Revolución Blanco Orgánico

 

Ponen todos los ingredientes en un vaso y los maceran unos minutos. Los shakean feroz y sabiamente, los sirven en un vaso old fashion escarchado con mix de chiles. Y ya: fondo. (Nocierto: tómenselo tranquis, que para eso es la sobremesa: para extraerle y saborearle cada minuto poco a poco, como si cada uno durara al menos 120 segundos.)

Y es que de veras el Carlota se presta para estas ocasiones. Acaba de cumplir tres años –abrió en junio de 2015–, pero claramente recuperó con sabiduría el espíritu del Jardín Amazonas, el hotel que ocupó este predio durante mucho tiempo. Tiene algo de barrio, algo de mundo, algo lujo y un montón de arte. En su arquitectura y diseño reunió algunos nombres clave, como el del arquitecto Javier Sánchez, los diseñadores Ignacio Cadena y Jorge Madahuar, y los creadores de muebles de La Metropolitana.

¿Y en comida, apá? El encargado de la cocina es Joaquín Cardoso, un joven ya maestro de su oficio. La fórmula entrada + plato + postre de su menú “del día” suele ser fuente confiable de buenas cosas. La última vez que estuvimos ahí había una sopa de habas y una especie de ensalada de kale y camote enriquecida con longaniza de Valladolid y xnipek en las entradas; un pollo orgánico a la leña con pisto y frambuesas y, también a la leña, una tocineta de puerco (obvio) con coles en los platos; y, de postre, la tarta de frambuesas que ya les mencionamos y un sorbete que cambia o rota todos los días. Por 290 pesos es una muy buena ganga.

La carta no ha dejado de cambiar, siempre afinándose. Ahora hay tostaditas de pulpo encacahuatado, una sopa de frijoles criollos con queso panela y hojasanta que siempre pedimos; hay un aguacate a la parrilla con yerbas y queso de cabra, un tataki de wagyu mexicana con una vinagreta de tamarindo y ensalada tai y un plato con varios tipos de calabacitas tiernas y chayote; hay arroz cremoso con hongos de temporada y una lengua de res braseada con angula ahumada y aceitunas kalamata –puro contraste– y una costillota de cerdo tomahawk a la leña. (Por 860 les hacen un menú degustación de ocho medias porciones de la carta. Si tienen tiempo –y hoy tiempo es lo único que tienen–, pídanlo.)

En Hotel Carlota nadie podría quedar insatisfecho. Otra ronda de cocteles, joven. ¿Ya vieron la luna reflejada en la alberca? No se la vayan a perder.~