Muertos que no se van

 

Antoine Augustin Calmet, exégeta bíblico y coleccionista de extrañezas, publicó su Traité sur les apparitions des esprits et sur les vampires ou les revenans de Hongrie, de Moravie, &c. en 1746. Para ese tratado sobrenatural recopiló recortes de periódicos, bitácoras, reportes oficiales y cualquier tipo de comunicación oral y escrita. El libro fue un exitazo y un par de siglos después sería una fuente clave para la literatura gótica. Ahí viene esta curiosa historia de personas que se niegan a decir adiós, incluso en la sepultura. Se titula:

Muertos que mastican como puercos dentro de sus tumbas, y que devoran su propia carne

En Alemania está muy extendida la opinión de que ciertos muertos mastican dentro de sus tumbas, y que devoran lo que se encuentra alrededor; que se les escucha comer como puercos, con un cierto grito sordo, como el que regaña o el que ruge.

Un autor alemán llamado Michel Rauff ha compuesto una obra e intituládola De masticatione mortuorum in tumulis, o lo que es decir De los muertos que mastican en la tumba. Ahí supone y da por hecho y probado que existen algunos muertos que han devorado sus sudarios y todo lo que tienen al alcance de la boca; y hasta que han devorado su propia carne en la tumba. Anota que en algunas partes de Alemania, para impedir que los muertos mastiquen, les colocan un terrón bajo la papada en el ataúd; que en otros lados les meten en la boca una moneda y una piedra; que en otros lados les atan un paño alrededor de la garganta. El autor cita a otros Escritores Alemanes que hacen mención de esta ridícula costumbre; y reporta a otros más que hablan de muertos que han devorado su propia carne en el sepulcro. La obra fue impresa en Leipzig en 1728.

foto: Ana Lorenzana

foto: Ana Lorenzana

Hace algunos años, en Bar-le-Duc, habiendo inhumado a un hombre en el cementerio, se escuchó ruido en la fosa; al día siguiente, se le desenterró, y hallóse que el hombre se había comido las carnes de los brazos. Esto nos fue dicho por testigos oculares. Este hombre había estado bebiendo brandy; y se le enterró cual muerto. Rauff habla de una mujer de Bohemia que en 1355 comió, en la fosa, la mitad del sudario. En tiempos de Lutero un hombre que murió y fue enterrado, y una mujer también, masticaron sus propias entrañas. En Moravia otro muerto devoró el sudario de una mujer enterrada a su lado.

Todo eso es muy posible. Pero que los muertos de verdad muevan las quijadas en la tumba, y se entretengan masticando lo que tienen a la mano, es de una imaginación muy pueril.~


Pueden descargar el Traité sur les apparitions des esprits et sur les vampires &c de Antoine Augustin Calmet escaneando este código:

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