Un lenguaje del sexo

 

por Alonso Ruvalcaba

En cualquier idioma, el lenguaje de la comida es también el lenguaje del sexo. Son órganos femeninos papayas, cerezas, higos, pepitas, panelas; conchas, chochas y almejas. En emoji, fresas: 🍓. (Nota mental: recordar la vagina ostra que viene en Thérèse philosophe, del libertino siglo XVIII, donde un écclesiastique sensuel, luego de un cunnilingus fallido, debe optar por el “humillante recurso de escupir en la ostra que no puede tragar”.) Mangos, melones, senos como dos pomelos recién nacidos en el jardín del sol. Son nalgas los bollos, las tortas, los jamones. En emoji, los duraznos: 🍑. Longaniza es el pene, chorizo, salchicha, chile, plátano (dominico o macho, según), pepino, salami, peperoni, zucchini; weenie, una salchicha estilo vienés (Wiener), es también un pene; y un taco de cabeza, un camarón, una verdolaga, un nabo, un chupirul y hasta un pirulí. En emoji, una berenjena: 🍆. Los testículos son güevos, nueces, criadillas, cacahuates, aguacates (más bien al revés: los aguacates son testículos: ahuácatl).

Caravaggio: Naturaleza muerta con fruta (ca. 1605)

Caravaggio: Naturaleza muerta con fruta (ca. 1605)

Comestible también es el lenguaje (un lenguaje) que usamos cuando queremos ser cariñosos: decimos bombón; decimos chou: col; pumpkin: calabaza; cupcake: panqué; honey: miel, también le decimos de cariño a una persona del sexo de nuestra preferencia… Dan ganas de comérselas. En un poema del XVI (In secreit place this hyndir nycht) del escocés William Dunbar una mujer se refiere así a su amante:

My belly huddrun, my swete hurle bawsy,
my huny gukkis

que significa algo como esto: “tontote mío, mi becerrito lechal, mi pastelito de miel”. En otro, pero de Thomas d’Urfey (1719), de título My Mistress’ Cunny (cunny, hermano amable de cunt, está probablemente relacionado también con el latín cunnus y, por tanto, con ‘coño’), está escrito: mi mujer es un panal de abejas en aquel jardín floreado: as under the bee-hive lieth the wax, / and under the wax is honey, cual bajo el panal yace la cera y bajo la cera la miel, so under her waist her belly is placed / –and under that her cunny. La vagina, en ese poema, es una fuente de miel…

En una chanson francesa una señorita describe con minucia lo que sucede en su cama; hay salmón, langostino, bombones, chabacanos; hay también este pasaje:

Je me fais gauler la mignardise
Je me fais rafraîchir le tison
Je me fais grossir la cerise
Je me fais nourrir le hérisson...

(Una vez, humildemente, intenté una traducción un poco delirante de esa chanson. Creo que esa estrofa decía:

me chupan la golosina,
me acarician el salmón,
me almidonan la camisa,
y me pican el bombón.

Hey, qué quieren! It was the eighties!)

En Gutiérrez Nájera también está esa mezcla comestible o potable, sólo que refinada. Puede por ejemplo describir a una muchacha así:

Ágil, nerviosa, blanca, delgada,
media de seda bien restirada,
gola de encaje, corsé de crac,
nariz pequeña, garbosa, cuca,
y palpitantes sobre la nuca
rizos tan rubios como el coñac.

Todas las ex novias pueden pertenecer a un menú y una carta de vinos:

Las novias pasadas son copas vacías,
en ellas pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos... huyeron los días...
¡Traed otras copas con nuevo licor!

¡Champán son las rubias de cutis de azalia;
borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos obscuros son vino de Italia
los verdes y claros son vino del Rhin!

¡Las bocas de grana son húmedas fresas,
las negras pupilas escancian café,
son ojos azules las llamas traviesas
que trémulas corren como almas del té!

¡La copa se apura, la dicha se agota;
de un sorbo tomamos mujer y licor...
Las copas dejemos...; si queda una gota,
que beba el lacayo la heces de amor!

También hay acciones sexuales sumamente culinarias: hide the sausage (esconder el chorizo), tremper le biscuit (sopear la galleta) o su equivalente español: mojar el churro… Hacer la sopa, comer conchas (con o sin chocolate), bajar por los refrescos, eat fur pie o nush que viene del alemán naschen, que significa, en mexicano, echarse un taco. Existe el raspado de anís, por si ocupan. Y los tallarines al chorizo, también por si ocuparan.

Y, por supuesto, existe el más inocente de todos: echarse un caldo, cuyo nostálgico uso va desapareciendo velozmente. En la primaria, hacia 1980, aún lo decíamos, a pesar de que el viejo Diccionario de mejicanismos de Francisco J. Santamaría afirmara que la acepción del caldo como faje estaba caída en completo desuso, y citara este pasaje del todavía más viejo Periquillo sarniento de Lizardi (cap. XIV de la 1a. parte): “Este caldo, ¡alerta, casados y padres de familia que sabéis lo que es el honor!, es el manoseo que tienen (los mozos bailadores o, como les dicen, “útiles”) con nuestras hijas y mujeres, las licencias pasan mil veces de las manos a las bocas, convirtiéndose los manoseos claros en ósculos furtivos, que las menos escrupulosas no llevan a mal, y las que se llama prudentes y honradas disimulan y sufren por evitar prudencias.” Ningún niño cuando yo era niño, en 1980, había leído el Diccionario de mejicanismos o el Periquillo, benditos sean los dioses del amor y la decencia. Y, aunque Lizardi recomendaba que “ningún escrúpulo está de más para evitar estos excesos”, nuestros caldos no sucedían en la realidad realidad sino en esos elementales y chiquitos cerebros de nueve o diez años, por supuesto. Y, a juzgar por mis recuerdos, incluso en ese espacio privadísimo los pezones se resistían a hacer su ansiada aparición, ya no digamos las vaginas y los penes: imposibles, inimaginables tesoros ocultos.

(Inimaginables = literal, no nos imaginábamos cómo eran. ¿Cómo eran? ¿Alguien supo?)

La comida es sexo y es amor y es gozo y es dolor. En todos los idiomas del mundo.~