Quién nos alimenta: Javier y Andrea

 

fotos y texto: Claudio Castro (instagram)

 
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Apenas hace unos meses la cafetería enfrente de mi escuela –el Claustro de Sor Juana– volvió a abrir sus puertas. Recuerdo la frase común en primer semestre: “Vamos a desayunar a Jerónimas.” Un restaurante muy completo, tanto en carta de alimentos, bebidas y cafés. Un tanto saturado para quienes están acostumbrados a ver menús cortos, tal vez. Hay hot dogs, hamburguesas y sándwiches, pastas, enchiladas y tacos de pescado. Un excelente refugio entre clases.

 
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A mitad de segundo semestre, en abril de 2018, el restaurante cerró sus puertas. Sellos de suspensión de actividades y clausura tapaban los grafitis de la reja. Fue un día triste para la comunidad universitaria. Alumnos y profesores corrían desesperadamente en busca de otro favorito para desayunar y tomar café antes de clase. Luego, a inicios de este semestre (septiembre 2018), Jerónimas regresó a sus actividades normales. ¿Qué pasó?

“Es la segunda vez que nos clausuran. La primera vez fue en diciembre del 2016 y fue por no tener la licencia de la SEDEMA, que en ese entonces era considerada nueva. No estábamos enterados hasta que llegaron y nos cerraron. La suspensión de actividades duró dos meses. En el transcurso hubo varios procesos, uno de ellos fue el legal, después un juicio, el trámite de licencia y hasta que volvimos a ingresar de nuevo todos los documentos nos dejaron abrir. Pagamos una multa y eso fue todo. No recuerdo la cantidad exacta, pero eran entre 35 y 45 mil pesos. Nada comparado con los ingresos que pudimos haber tenido en esos dos meses”, comenta Javier García, propietario del restaurante.

 
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En abril de 2018, sin previo aviso ni cita, con clientes comiendo todavía, las dependencias se vieron agresivas al momento de avisar la primer suspensión de actividades. Ahora habla Andrea, gerente de Jerónimas: “Estábamos llenos y de pronto llegó la SEDEMA. Llegaron varios oficiales y uno de ellos nos enfocó con una cámara con flash, yo creo para intimidarnos. La razón fue ‘mezcla de productos’, o sea, no separamos bien la basura. Falso. Total que no quisieron dialogar, nada más nos pidieron papeles y cerraron.”

 
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Javier y todo el equipo de Jerónimas siguió esperando. Sin generar algún ingreso, los gastos seguían, tanto en renta como en nóminas. Mientras todo su almacén se echaba a perder, la seguridad de Javier respecto a seguir procesos burocráticos al pie de la letra fue siempre la misma. Sin tratar de dar mordida o acelerar algún proceso. “Fíjate que la mordida no es tan común, siempre pasa ‘por debajo del agua’. Sí, ellos vienen con la intención de clausurarte, pero ya por fuera hay gente que te ayuda, gente de la misma delegación. Los elementos de seguridad sólo se dedican a cerrar. Ellos esperan a que les llegue un abogado y les diga ‘vuelvan a abrir este lugar y a cada quien le toca de a tanto’. En el momento es más difícil, no te aceptan la mordida.”

 
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Para Javier, Andrea y el resto del personal, el temor de volver a cerrar vive todos los días. Incluso con todos los documentos en orden, la posibilidad de ser clausurado se manifiesta por igual en la mayoría de los restaurantes en la ciudad. “Lo malo es que nunca sabes quiñen se quiere pasar de listo. Es tu mayor temor. Que llegue la autoridad y tú no estés y que quieran intimidar a tu personal. Todos los días lo pienso.”~


Ahora, visiten Jerónimas para que fomentemos entre todos un gran no a la mordida y la transa. Está en San Jerónimo 40, Centro del DF.

 
 
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