Sábado en Carnes Ramos

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CHICHARRÓN CON ADRIANA LERMA

fotos: Ana Lorenzana

Si fueran las 11 de la mañana del sábado, la cola de autos de la sucursal Satélite de Carnes Ramos cubriría un par de cuadras hacia el norte antes de entrar al estacionamiento. Se escucharían cláxones exasperados, exhalaciones, mentadas ocasionales. Después, cuando por fin se ha podido dejar el auto y entrar a esta carnicería incomparable, enorme, inteligente, se escucharía el suspiro colectivo de quienes encuentran, ahora, una nueva cola larguísima para comprar aquello que su parrillada requiere este fin de semana –agujas, diezmillos, hamburguesas, pollo y también salsas, tortillas, vegetales, carbón– pero sobre todo: chicharrón. Antes que nada, a Carnes Ramos se viene por chicharrón. Y esa excursión es la que ejerce Adriana Lerma –Miwi para los cuates y para casi todo el resto del mundo– cada vez que está en Monterrey.

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Adriana nació y creció en Monterrey, pero se fue de aquí a principios de la década pasada. Estudió cocina en Barcelona, donde también trabajó al terminar la carrera. Luego volvió a Nuevo León sólo para encontrarse con la oportunidad de irse a la ciudad de México. Allá chambeó un tiempo en bienes raíces y después, por ahí de 2009, abrió Félix, en la colonia Roma, con Gabriela Romero y Alejandro Romero. Les fue rebién, sobre todo de noche, y en 2013 pudieron juntar lanita y nuevos socios para abrir Belmondo, una sandwichería medio agringada, también en la Roma. “Los tres somos de Monterrey, o sea cerca de la frontera, e íbamos mucho a Estados Unidos. Teníamos mucho la idea de hacer sándwiches muy buenos. Un buen reuben, un buen brisket, todo hecho en casa.” Y lo lograron.

Han pasado algunos años y Miwi vuelve a Monterrey menos frecuentemente de lo que quisiera. (Y de lo que quisieran sus papás, por supuesto.) Pero cada vez que está aquí Carnes Ramos es parada obligada. “La otra vez les di a mis papás chicharrones de Ramos y chicharrones artesanales  para que compararan.” No es necesario decir que la misión los enloqueció. No hay ganador, aunque es fácil intuir que los aderezos que preparó Miwi para la ocasión elevaron los chicharrones al cubo. El chicharrón de Ramos es de una intensidad literalmente adictiva, de un crujir sonoro, bellísimo, de un color ámbar casi café o café casi ambarino; es salado, interminablemente mordisqueable. Brutalmente sabroso. Si decimos adictivo no lo decimos como “Game of thrones es adictivo” sino como “la heroína es adictiva”. Uno no puede dejar de pensar en el chicharrón de Nuevo León. Habiéndolo probado, piensa uno en él antes de dormirse y cuando uno despierta lo hace pensando en chicharrón. Por supuesto, es una razón más –¡como si hicieran falta!– para volver a Monterrey.~

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Visiten Carnes Ramos. Hay 16 sucursales. Busquen la que les quede mejor en esta página. Y por supuesto, háganse un chicharrón en salsa verde.