Una hoja de té

 

por Laura C. Martin

Todo comenzó con una sola hoja, tomada o arrancada de un árbol hace más de cinco mil años. ¿Por qué, aquel día en especial, tomaron esos ancestros de la prehistoria aquellas hojas del árbol que hoy llamamos Camellia sinensis, por qué las pusieron en una vasija llena de agua caliente, por qué de esta planta en particular? Pudo ser un feliz accidente, un plan divino o el resultado de una larga historia de ensayo y error, según a quién le preguntemos. Por suerte para todos: el hecho sucedió, y su consecuencias cambiaron el mundo para siempre. 

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No es común que la teoría científica sea anterior a la leyenda, pero eso es precisamente lo que sucede en la historia del té. K. Jenilek, editor de la Enciclopedia ilustrada del hombre prehistórico (1978), sugiere que el primer té fue consumido en el paleolítico temprano, hace unos quinientos mil años. Hay, al parecer, evidencia arqueológica del periodo, que indica que hojas de Camellia sinensis –fuente de todo té “verdadero”, incluido blanco, verde, oolong y negro– fueron puestas en agua hirviendo por un (o una) homo erectus en el área vastísima que hoy es China. El hecho de que la planta del té sea autóctona a muchas zonas de la China parece respaldar la propuesta de Jenilek.  

En contraste, la leyenda más popular y mejor conocida sobre los orígenes del té data de más o menos el año 3,000 ac, en el tiempo de Shen Nung, mítico emperador de China. Él fue –dicen– el primer ser humano que probó el té. 

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Según cierta mitología china, Shen Nung fue el tercero de una serie de monarcas divinos llamados los Tres Augustos, soberanos de quienes descienden todos los chinos. La primera augusta fue la emperatriz Nu Wa –o Nu-kya–, madre de las gentes chinas, que tomó tierra color amarillo para crear a seres humanos a imagen y semejanza de los dioses. La siguió Fu Xi –o Fu-Hsi–, quien trajo el conocimiento de los Ocho Diagramas, que permitió a las gentes chinas identificar y seguir los decretos divinos. El tercer augusto fue Shen Nung. 

El dominio de los Tres Augustos representa una era especial en la historia china, un tiempo en que todos los chinos convivían con los dioses. Esta civilización marcó el principio de una gente superior al resto de los seres: gente capaz de crear una cultura de fuerza incomparable, de sabiduría, de longevidad sin paralelo. Así, en las primeras etapas de su historia, se plantaron las semillas de conflictos que serían devastadores para la civilización china cinco mil años después: conflictos instigados por la venta de té. Una civilización que cree tener sus raíces en lo divino y cree que todas las otras civilizaciones son inferiores está condenada a invitar al conflicto, a establecer las bases para la guerra.

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Pero el conflicto y la guerra son la antítesis de lo que representaba Shen Nung, también llamado Divino Sanador. Las leyendas que hablan de él han sido datadas a algún punto entre 2838 y 2698 ac. Tiene muchos nombres: Emperador de la Tierra, Emperador del Fuego, Divino Esposo, Divino Granjero. Shen Nung es el padre mítico de la medicina tradicional china, práctica antiquísima, de profundas raíces en el tao, que abarca las relaciones del cielo, la tierra y el hombre. Dicen los sabios que Shen Nung probó centenares de yerbas para conocer sus efectos –benéficos o dañinos–. En alguno de sus viajes el emperador sentóse, augustamente, a descansar a la sombra de un árbol de té. Se sabe que Shen Nung era cuidadoso en todo asunto sanitario. No es raro que haya puesto a hervir un poco de agua para beber antes de seguir su camino. Una hoja se desprendió de aquel árbol y, como suele suceder en las leyendas y en los sueños, cayó en su pequeña vasija. La hoja pintó el agua de color. Shen Nung, no sin razón, consideró que algo mágico sucedía en ese momento. Con cuidado retiró del fuego aquella vasijilla y, cuando había bajado su temperatura, dio algunos sorbos del agua pintada. Una sensación de paz y de calma fue llenándolo conforme el líquido iba fluyendo por sus venas.

De todos los logros del augusto Shen Nung, de todas las yerbas que probó y que introdujo entre los humanos, es el té lo que le ha traído mayor devoción y fama. Esa hoja que cae, accidental y fatídica, en la vasija del emperador sentado a la sombra de un árbol no sólo pintó el agua hirviendo: propició también eventos en China y en civilizaciones del mundo entero, trajo pasión y paz y alegría y guerra y adicciones y pobreza y muerte.~


Translated and adapted from A History of Tea. The Life and Times of the World’s Favorite Drink. Copyright © 2018 by Laura C. Martin. Published by Tuttle Publishing.