Agua pasa por mi casa

 

UNA RECONEXIÓN CON EL PASADO ALIMENTICIO DE LA CIUDAD-LAGO

por Jimena González-Sicilia Ibarrola; Ilustración: Marina Silva

Los productos que consumimos, ¿no deberían tener impreso en su etiqueta la distancia que recorrieron de su lugar de origen a nuestro plato? Como consumidores, modificar nuestras costumbres de alimentación, la selección de los productos que consumimos y la forma de adquirirlos podría generar una nueva experiencia de ciudad. Considerar la alimentación en el desarrollo de nuestras ciudades propone una oportunidad para reinventarse.

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Replantear la relación entre productores, distribuidores y consumidores implica cambios en forma: atención a las zonas rurales y de producción, a las rutas de distribución y abastecimiento, a los mercados y su contexto, y a la experiencia de los consumidores. Esto implica la posibilidad de que las ciudades puedan ofrecer recorridos que generen una asociación formal y espacial con una alimentación saludable, local y sustentable.

El resurgimiento de los mercados públicos en muchos lugares del mundo inicia una nueva era: la de Market Cities[1]. Ésta genera una red extensa de nuevos vínculos urbanos y sociales; propone re-imaginar las relaciones existentes entre productores, distribuidores y consumidores, y sugiere un nuevo entendimiento de los productos que consumimos, en donde cada producto se asocia y etiqueta no sólo con los procesos involucrados, sino también con un mapa virtual de las relaciones espaciales y sociales consecuentes de estos procesos. Esta proyección nos permite tener un juicio crítico sobre los productos que consumimos, su procedencia y sus recorridos, así como ser conscientes de un nuevo entendimiento espacial que nos lleva a repensar las ciudades y su relación con las zonas rurales.

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Al observar el mapa de cualquier ciudad del mundo construida antes de la era industrial, es posible rastrear las antiguas rutas de abastecimiento de productos y entender cómo varias de la ciudades se formaron en torno a su alimentación. De igual forma se puede identificar cómo siempre existía una relación directa entre la comida y el espacio público. Las ciudades solían formar parte de un ciclo orgánico… Y la era moderna transformó este ciclo.

Ciudad de México: ciudad-mercado

Así que esta red de vínculos sociales y urbanos asociados a la producción y consumo de alimentos no es nada nuevo. Éstos contribuyeron a dar forma a la mayoría de las ciudades del mundo, entre ellas la Ciudad de México. Existen muchas perspectivas sobre el desarrollo y la urbanización de esta ciudad, y una de ellas consiste en que creció en torno a los mercados, los cuales funcionaron como centros cívicos.

Gran parte de los mercados que permanecen hoy empezaron como tianguis, que surgían sobre las principales infraestructuras de movilidad. En la Ciudad de México éstos  surgieron en los costados de los canales, por ser los principales medios de abastecimiento de productos y de transporte de la población.

El Canal de la Viga –lo que hoy conocemos como Calzada de la Viga– representó uno de las principales medios de transportación y de abastecimiento de productos agrícolas en la Ciudad de México por mucho tiempo. Esta ruta a lo largo del canal conectaba las chinampas y los productores de Chalco y Xochimilco con el centro de la ciudad. Los distribuidores recorrían el canal en sus canoas surtidas de frutas, verduras, granos y hortalizas, para vender algunos de estos productos en el trayecto y otros ser distribuidos en los diferentes mercados. Era el principal acceso de productos provenientes del sur, sobre todo de Xochimilco y Chalco. Las canoas y trajineras recorrían el canal de sur a norte pasando por la Garita de la Viga, ubicada en lo que hoy corresponde al cruce entre Eje 3 Sur Calzada de Chabacano y Eje 1 Oriente Calzada de la Viga. Ésta fungía como caseta o área de control, y representaba un punto de encuentro e intercambio. Por lo mismo, alrededor de la Garita se ubican algunos de los principales mercados de la ciudad, como el antiguo Mercado de la Viga y el Mercado de Jamaica, que iniciaron como tianguis y congregación de vendedores ambulantes. Pasando la Garita, las canoas y trajineras abastecían el Mercado de Sonora y el de la Merced, y luego el Mercado de la Ciudad y el de Tlatelolco.

A un costado del canal se encontraba el Paseo la Viga: un camino monumental –de aproximadamente dos kilómetros– lleno de árboles. Por ahí pasaban carretas, caballos y peatones, quienes llegaban hasta la Garita de la Viga y tomaban barcos de vapor para recorrer el canal en un modo recreativo hasta Xochimilco. En la trayectoria visitaban los distintos mercados y consumían alimentos frescos obtenidos directamente de los productores.

Durante muchos años el Canal de la Viga fue un recorrido fundamental en el sistema de alimentación de la ciudad. Una manifestación formal de una red urbana que conectaba productores y consumidores sobre un eje con distintos nodos de intercambio social, donde están hoy los principales mercados. Recorrer el canal representó una experiencia de ciudad que vinculaba a los ciudadanos con su entorno y promovía relaciones sociales. La forma urbana consecuente de las dinámicas de este espacio tenía una relación simbiótica con la alimentación de la sociedad.

La navegación por el canal de la Viga fue popular hasta principios del siglo XX. En 1921 el canal desapareció por completo. Por las distintas extracciones y los procesos de desecación, el canal se secó y una parte se entubó. El cauce se pavimentó para convertirse en una avenida y dar paso al tranvía, y posteriormente a los automóviles que hasta hoy circulan por lo que conocemos como Eje 1 Oriente, Calzada de la Viga; este eje vial tiene ahora más de siete carriles, aunque sus dimensiones no corresponden a la afluencia de coches sino a las dimensiones del antiguo cauce.

En Xochimilco, la intensa explotación de los mantos acuíferos, la invasión de la mancha urbana sobre tierra agrícola, la contaminación y el cambio en tendencias en el consumo y la producción provocaron el deterioro de las zonas de cultivo. Hoy sólo quedan 1800 Ha, cuando este sistema productivo llegó a contar con 20,000 Ha, estimando un pérdida de terreno productivo de 18 hectáreas por año.

La conexión espacial entre las chinampas de Xochimilco y los distintos mercados de la ciudad ya no existe más que en el imaginario colectivo de aquellos quienes llegaron a experimentar este recorrido. Pocos son los que conocen el porqué de la ubicación de los mercados, la relación que existió alguna vez entre ellos y la conexión física con Xochimilco.

Reconexión con un mejor sistema de alimentación

Hoy en día, esta separación no sólo representa un tema nostálgico; la desvinculación entre la ciudad y su relación con los productores locales es un problema escalar. Antes, la compra-venta de alimentos era parte de un evento social, hoy es un acto anónimo. Este anonimato influye en la desvaloración de los productos que compramos y provoca que en países como EUA la mitad de la comida que se produce se deseche.

El sistema de alimentación actual y la desconexión de las ciudades con las zonas agrícolas locales es insostenible. Se estima que para el 2050 el 70% de la población mundial vivirá en ciudades. Replantear el sistema de alimentación es fundamental para generar ciudades resilientes, que promuevan vínculos sociales y espaciales de intercambio. La propuesta no necesariamente busca retroceder y desempolvar aquellos antiguos recorridos y flujos que constituían las primeras muestras de urbanización, pero sí reconsiderar la importancia de articular esta red de consumo con la forma de las ciudades.

En el caso de Calzada de la Viga muchos de sus componentes permanecen, ¿podríamos retomar esta red y unir los puntos sueltos para adaptarla a las necesidades actuales y futuras? A esta intención se suma la importancia de recuperar los mercados, siendo éstos un equipamiento esencial que genera identidad y cohesión social. Muchas ciudades del mundo empiezan a reinventar (o reintegrar) estas estructuras urbanas, ya que han demostrado ser un punto de partida para el desarrollo por su capacidad para promover interacción social y consciencia del entorno. De igual forma, el acelerado crecimiento urbano exige reorientar la producción hacia la agricultura urbana y suburbana y reducir las distancias involucradas. Siguiendo un proceso de recuperación, Xochimilco podría competir con productores externos y retomar una posición importante en el sistema de alimentación de la ciudad.

Tomar como punto de partida la alimentación y sus componentes en la regeneración de la ciudad brinda la posibilidad a la Ciudad de México (y otras ciudades de México) de incluir una visión integral respecto a la agricultura urbana, los mercados locales y la alimentación saludable. Que la sociedad conozca estos procesos y que los mismos se articulen en una experiencia de ciudad nos permite iniciar un proceso social.~


[1] Según Project for Public Spaces (www.pps.org), se definen como Market Cities a las ciudades con fuertes redes de distribución de alimentos y productos saludables y locales. En ellas hay grandes mercados centrales que funcionan como núcleos para toda la región, con otras actividades alrededor de los mismos. Fuera del centro, en los barrios y colonias, hay mercados más pequeños, al igual que fruterías, misceláneas y tianguis o mercaditos semanales. Este tipo de ciudades se han convertido en centros de conexión vitales entre las zonas urbanas y rurales, al igual que sitios llenos de cultura local y vida social.