La comida espiritual

 

por María Villalpando; fotos por Porter Yates

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En diferentes partes del mundo los cultivos en terrazas han sido la alternativa para la sobrevivencia de sociedades que habitan zonas montañosas y de difícil acceso. En China, el cultivo de arroz en terrazas es no sólo una tradición, sino también un arte. Las montañas de Dazhi, en la región de Guangxi, parecen haber sido esculpidas por el hombre.

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La comida es parte inherente a la vida humana, y así como la religión juega un papel importante en muchas sociedades, las tradiciones y costumbres que implican la combinación de ambas son extraordinarias.

Cuando pensamos en la cultura tibetana es casi imposible no pensar en su espiritualidad. Se trata de una sociedad en donde la religión que practica la gran mayoría de la población –el budismo perteneciente a la rama de Mayahana– es inseparable de cualquier otro ámbito de la vida cotidiana.

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Nómadas, profundamente espirituales y en completa conexión con la naturaleza, los mentawai –etnia originaria de las islas que llevan el mismo nombre– son de las pocas sociedades que hoy consideran la noción del tiempo como verdaderamente relativa.

Nativos de las densas junglas del archipiélago indonesio del cual forman parte las Islas Mentawai, este grupo étnico considera al alma, o ketsat, como un ente que es necesario cuidar y mantener en equilibrio. Así, la salud depende de la armonía del individuo consigo mismo y con su entorno.

A pesar de que los mentawai son principalmente cazadores y recolectores, también crían ciertos animales domésticos. Esta tribu tiene un especial aprecio por los cerdos, los cuales son considerados como sagrados e inclusive –y por increíble que parezca– la riqueza de un individuo se mide según la cantidad de cerdos que posea, de tal forma que la fortuna de alguien depende de su labor y esfuerzo. 

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Arunachal Pradesh, India, cuyo nombre significa «tierra del sol naciente». La zona poblada por esta tribu es una de las regiones que hoy se encuentra en disputa entre la India y China, y es considerada por viajeros como una de las más pintorescas y míticas de la región.

Seguidores de la fe denominada Danyi-Polo que adora al sol y la luna, los Apatani también veneran al Abotani, deidad considerada como el único antepasado de la tribu. Conocidos por la creencia de que toda desgracia es provocada por malos espíritus, suelen sacrificar distintos animales domésticos, y con la ofrenda de pollos, vacas y cerdos ahuyentan toda ánima maligna.

En julio las profundidades del valle de Ziro se llenan de color y ofrendas cuando se celebra el Dree, festival dedicado a la agricultura y parte central de sus tradiciones. Gracias a sus dones como agricultores, los enormes humedales de arroz cultivados por la tribu en pendientes y terrazas son hoy consideradas Patrimonio Agrícola Mundial, pues el eficiente uso de técnicas autóctonas de siembra no sólo ayuda a preservar el ambiente, sino también da lugar a paisajes excepcionales.

Motivo de múltiples leyendas, el estrecho vínculo de los Apatani con la naturaleza no hace más que inspirar respeto y admiración por e a tribu. 

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En climas extremos y a gran altitud, no existe mejor solución que tomar té, y ya si hay que tomarlo, por qué no también escupirlo. Mezclado con sal, hervido con leche o preparado con mantequilla, las variadas formas de beber té son muestra de que se trata de una de las tradiciones más arraigadas en el territorio tibetano.

En la provincia de Gansu, y al pie de majestuosas montañas, se encuentra el monasterio de Labrang, perteneciente a la corriente Gelugpa, una de las más recientes escuelas del budismo tibetano. En esta montañosa región a poco menos de tres mil metros sobre el nivel del mar, el té se presta para algo que va mucho más allá que el simple disfrute de una bebida caliente.

Sede de una peculiar tradición, centenares de peregrinos se congregan en este monasterio para recibir una bendición aun más peculiar: un escupitajo. No se trata de cualquier tipo de salivazo, sino uno que, se cree, tiene propiedades curativas: un escupitajo de té.

Creyentes se reúnen alrededor de monjes budistas y e eran recibir ya sea una gota o el volumen entero del líquido contenido en su boca, y así, la recepción de un escupitajo de té por parte de los monjes de Labrang es considerado una bendición.

En esta increíble ceremonia budista, el escupitajo y el té toman un significado completamente diferente. 

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6

El color enérgico y a veces más naranja que amarillo de la cúrcuma es irremediablemente asociado con energía y bienestar. La coloración del también llamado azafrán de la India no es lo único difícil de poner en palabras; su sabor entre picante y amargo es igualmente indescriptible.

Proveniente del suroeste de la India, esta especia ha sido utilizada por milenios para todo tipo de ocasión; en la cocina o en el templo, en polvo o en pasta, la cúrcuma ha permeado durante siglos la vida cotidiana de este país asiático. Se trata de la especie utilizada como base para el curry, término usado por los ingleses para nombrar las diferentes combinaciones de especies en la India, y cuyo nombre deriva de la palabra kari en tamil, lengua hablada al sur del país.

Además de su presencia en la gran mayoría de los platillos indios, la cúrcuma es el ingrediente clave de la pasta usada para el Pithi Dastoor, ceremonia previa a la boda en donde los novios son pintados con una mezcla de cúrcuma y sandalia. Durante ésta, la novia debe de vestir un traje amarillo mientras es pintada por un grupo de mujeres. La ceremonia del novio se lleva a cabo en su casa y es mucho más sencilla.

También conocida como haldi, la cúrcuma es parte fundamental de la cultura india y la molienda artesanal en morteros es una práctica común. Convenientemente para quien gusta de paladear su delicioso sabor, la cúrcuma cuenta con diversas propiedades medicinales, pues es un excelente antianalgésico y antiinflamatorio natural. 

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País de muchos países, las más de 17,000 islas que conforman Indonesia son fuente infinita de tradiciones y colores. Con su peculiar forma repleta de penínsulas cuya única explicación es el capricho de la naturaleza, Sulawesi –antiguamente conocida como Isla de Célebres– es en sí misma un remolino de culturas.

La zona llamada Tona Toraja no es sólo una tierra geográficamente bendecida, sino también hogar de los Toraja, etnia conocida por su peculiar forma de afrontar la muerte –y no nos referimos a su temple ni valentía–: estos originarios de la zona central de la isla, hacen de la muerte una celebración. Según la creencia de que el alma nunca abandona al cuerpo, todo miembro perteneciente a e a etnia debe ser sepultado en sus tierras de origen, y la celebración de funerales en ocasiones debe de esperar semanas o meses debido a sus altos costos

El momento crucial de todo funeral Toraja es conocido como rambu solo, cuando búfalos o cerdos son sacrificados frente a los presentes. Una vez muertos, los animales permanecen junto al cuerpo del difunto en espera de que su alma despierte. La matanza de búfalos o cerdos representa un hecho simbólico pues se cree que los espíritus viajaran en su lomo al puya o mundo de los espíritus, y además de guías, las criaturas fungirán como protectores una vez alcanzado el destino. Las cabezas de los animales permanecen en las plazas donde son sacrificados y posteriormente se llevan a cabo peleas de gallos con la intención de regar sangre sobre la tierra. A lo largo de la ceremonia no faltan los trajes y adornos coloridos y la tristeza solo se percibe al final, cuando se entierra o se coloca al difunto en alguna cueva.

A primera vista sanguinarios, los ritos funerarios de los Toraja son una celebración a la vida. 

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Testimonio, oración, limosna, ayuno y peregrinación a La Meca conforman los cinco pilares del Islam. El Ramadán, considerado un mes de purificación para los musulmanes, es uno de los periodos más importantes del año para los seguidores de Mahoma.

Celebrado el noveno mes del calendario lunar musulmán (Hirji), el Ramadán conlleva distintas prácticas, pero fundamentalmente una: el ayuno. Desde la salida hasta la puesta del sol, la abstinencia de toda comida y bebida es esencial durante todos los días del mes, no sólo como práctica de humildad y paciencia, sino también como recordatorio al creyente de su fortuna y de la necesidad de ayudar al prójimo.

Cada día, el ayuno cesa cuando los imanes, jefes religiosos musulmanes, indican la puesta de sol con algún sonido acústico transmitido por la ciudad; a partir de entonces, las actividades se renuevan y el rumor de los rezos comienza. Las horas de sol durante el Ramadán no sólo implican la renuncia de toda comida y bebida, sino además llaman a abstenerse de fumar tabaco y mantener relaciones sexuales, lo que resulta en un mes de reflexión e introspección. Una vez completado el periodo de purificación y al primer día del mes siguiente – conocido como Shawwal - se celebra el Eid al-Fitr, durante éste se ayuda a los más necesitados y se da comienzo las reuniones y fiestas familiares.

No hay autoridad mundana que obligue al hombre al ayuno durante el Ramadán, por lo que esta práctica implica verdadera voluntad y conciencia.

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En muchas tradiciones espirituales la ofrenda ocupa un lugar esencial, y el budismo no es la excepción. Muestra de la capacidad de desapegarse de objetos mundanos, se trata de una de las muchas prácticas a través de las cuales los creyentes son capaces de encontrar el camino hacia el despertar de la conciencia, objetivo final del budismo.

Entre las muchas formas de hacer un obsequio al Buda, destaca la ofrenda de comida. En recipientes o simplemente cerca del recinto donde se encuentra el Buda adorado, las dádivas son comúnmente visibles en templos budistas alrededor del mundo. Sin importar el tamaño, los recipientes de comida deben de permanecer llenos; mejor ofrendar un cuenco pequeño y repleto que uno grande y vacío.

Comúnmente, las ofrendas hechas son agradables para los sentidos, y si de la vista nace el amor, del gusto nace el cariño. Desde arroz ha a fruta y chocolate, las dádivas deben permanecer frescas mientras estén en el altar.

No sólo se trata de una fruta madura o un arroz cocido a la perfección, pues para que la ofrenda material tenga todo el valor necesario, debe de ir acompañada de la práctica de generosidad, la paciencia de servir y la sabiduría para escoger una buena razón.

A pesar de que el budismo comenzó en la India y se propagó principalmente por Asia, hoy en día es común ver ofrendas budistas que contienen productos completamente ajenos a su lugar de origen. La influencia de occidente es más que visible cuando entre incienso y exóticas flores asiáticas encontramos un Toblerone o Snickers, y ya ni siquiera parecen estar fuera de lugar.

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10

El mezcal –cuyo nombre proviene del náhuatl metl, maguey, e ixcalli, cocido– es hoy una deliciosa bebida que se disfruta solo o acompañada de una cerveza por todo el país, pero esto no siempre ha sido así.

De origen prehispánico, esta bebida fue consumida por nuestros antepasados en ceremonias religiosas y sus efectos eran considerados místicos. Cuenta la leyenda que al caer un rayo sobre un agave ocurrió la primera tatema y así, el llamado elixir de los dioses nació.

El maguey –planta de donde proviene el mezcal– fue una de las más importantes en el México antiguo, pues además de ser considerada como sagrada, era comúnmente usada en distintas ceremonias especiales. Asimismo, se llegaba a la embriaguez –considerada por algunas élites prehispánicas como el estado en el cual era posible comunicarse con los dioses– mediante la ingestión de los líquidos extraídos del maguey.

Hoy, distintos grupos indígenas –como es el caso de los huicholes– utilizan el mezcal en ceremonias religiosas, pues consideran e a bebida para usos enteramente rituales debido a los efectos que tiene en el cuerpo.

Para el alma o para el cuerpo, el mezcal siempre se ha pensado como caído del cielo. 

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Guatemala, con un fervor católico que combina el Padre Nuestro con la adoración de figurillas mayas, es un territorio místico. La mezcla de ritos paganos con la religión traída por los españoles hace más de 500 años le dan un tinte mágico a toda celebración religiosa en este país.

En las montañas del oeste guatemalteco y a las orilla del lago Atitlán se encuentra Santiago Atitlán, lugar de origen de un personaje cuya fama se ha extendido por Guatemala y Centroamérica: se le conoce como Maximón y se pronuncia mashimón. El Abuelo –deidad de raíces prehispánicas cuyo nombre en lengua zutuhil es Rilaj Mam– se fusiona con santos católicos de la más variada calidad: pasando por San Simón ha a Judas Iscariote, el Maximón los contiene a todos.

Vestido con trajes típicos, con cuerpo de palo, cabeza de calabaza y máscara de madera, Maximón es una deidad polifacética, pues dependiendo de la localidad en la que se encuentre dentro de Guatemala es venerado de forma distinta. Desde riqueza hasta salud y amantes, a este peculiar santo se le puede pedir de todo.

Al igual que a otros santos, y como buena tradición heredada del catolicismo, el lugar donde se venera esta estatuilla generalmente se encuentra repleto de flores y velas, más una que otra botella de aguardiente y un par de cigarros. En este altar sí se vale.

Con o sin gafas de sol, en Guatemala siempre estará Maximón

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