Unos cuantos libros para seguir vivos el primero de enero de 2022

 

por Alonso Ruvalcaba

Hablando de nadas: ¿ustedes qué tal leyeron en 2021? Yo no mucho. La verdad, soy gente de pocas letras. Eso sí: leí todo lo que publicó HojaSanta durante este año tembloroso –favos:  este ensayo sensible sobre café, que es lo mismo que decir sobre la muerte, de Mariana Ortiz, amordemisamores; este texto sobre comida y sus paquetes del profe Luis Reséndiz; esta reflexión post covid (¿ya estamos en post covid?) de la tremenda Scarlett Lindeman porque aquí hablamos entre amigues–, y se me atravesaron algunos libros que no voy a condenar a la hoguera mental ni a la hoguera factual cuando todo este paisaje se haya convertido en una tundra sin fin y me urja un poco de combustible para entibiar la cueva de mis hijos mutantes. (Para allá vamos, se sabe.)

¿Cómo decir lo que voy a decir sin ser peyorativo? ¿Lo digo en forma de pregunta? Va: ¿no sienten que la deuda histórica –con minorías, con mujeres, con humillados y ofendidos– está creando un superávit de libros espantosos? (Y de películas y de podcasts y de newsletters y de series y de pensamiento en general. Tengo nombres y títulos en la punta de la lengua, nomás no estoy dispuesto al suicidio social. No aún. DM, ya saben.) Cuesta trabajo navegar la cantidad de porquería que el humano y la humana promedio son capaces de emitir en un año cualquiera en nombre de su propia superioridad moral. (Por ejemplo, no lean The Next Supper. The End of Restaurants as We Knew Them, un libro empeñado en restregarte que todo lo que pasa, ha pasado o pasará es tu maldita culpa.)

Es raro en cambio un libro como The Jemima Code. Two Centuries of African American Cookbooks, de Toni Tipton-Martin, al que se le puede y debe perdonar una escritura tibia en el mejor de los casos –en el peor: patito– porque es una bibliografía necesarísima de la construcción de nuestros prejuicios sobre las cocineras afroamericanas y su trabajo doméstico. Dense cinco minutos para sustituir a la cocinera negra por la cocinera indígena mexicana en las muchas sesgadas casillas que aparecen en ese libro y verán de lo que hablo. (Para no ir muy lejos, lean esto sobre #LadyChiles en HojaSanta. Si lo piensan, y si no lo piensan también, toda nuestra historia es una historia de racismo y esclavitud.) 

The Jemima Code salió en 2015. Yo lo leí hace un par de meses, y lo pongo aquí porque esta lista es así de arbitraria. Until Proven Safe. The History and Future of Quarantine salió en julio pasado, y debería actualizarse constantemente. Su autora es Nicola Twilley, tal vez la persona más interesante del mundo. (O quítenle el tal vez alv.) Nada humano le es ajeno. Las ciudades, la enfermedad, la comida, la distribución geográfica de nuestra hambre, el humor, la soledad, el olor de nuestros cuerpos y del aire mismo estancado encima de Londres o de Monterrey. Nada humano le es ajeno. Su libro sobre la historia y el futuro de nuestros encierros es de una empatía inusual. Es como si estuviera en el mero centro de una tragedia inconmensurable, y al mismo tiempo en sus orillas; es como un ojo en movimiento, multiplicado por mil; como la mirada de todas y de todos encerrada en una sola cámara inacabable. La historia del encierro es la historia de nuestro pasado y nuestro futuro, de nuestra soledad congénita y de nuestra congénita necesidad de tender la mano, de nuestra manera de alejar esa mano, de negarla, de nuestro negarnos a abrir los pinches ojos y de nuestro por fin: abrirlos. 

Hablando de ciudades: Shanghai. Una tradición en libros de cocina es la del libro que se inclina ante la ciudad. Acá hemos leído de Venecia (libros 2018), de Austin (libros 2019), de la ciudad de México (muchas veces)… My Shanghai. Recipes and Stories from a City on the Water de Betty Liu es una colección de recetas y ensayos fantasiosa, íntima, triste a veces. Claramente el corazón de Betty Liu o de su ghost writer está flotando en las aguas de Shanghai. Los breves ensayos memoriosos parecen reales; los paseos por las estaciones del año parecen reales también: se siente su frío o su tibieza olorosa, como cuando está uno atrás de Relaciones Exteriores a las 9 de la mañana, en octubre, y la calle huele a tamales y atole (y a drenaje). I will never forget the bowls of breakfast noodles my father would make me before tests, dice Betty Liu. Yo tampoco los voy a olvidar, y ese wey ni era mi papá. 

El pulque es la droga fundacional de la ciudad de México. Como la ciudad, el pulque ha recibido golpes tremendos, casi mortales –hay golpes en la vida tan fuertes… yo no sé: golpes como el odio de dios–. El pulque ha vivido a sus anchas; ha luchado contra el clasismo, contra el racismo; se ha regocijado en su clasismo y su racismo; ha sobrevivido de la mano de los jodidos, de la gente sin casa; del saltapatrás, el lobo y el jíbaro; de la albarazada y la cambuja y la sambaiga; del zaragate, el zángano y el lazarón; de los pelagatos, los paisanos, las pícaras. De la prole, pues. Del peladaje, del infelizaje. De los hijos de la india y el gachupín, los hijos del vago y la limosnera, las hijas del ultraje, los hijos de la chingada. De los apandados, las entambadas y los tehuacaneados; de los castañeados, de las metesillas y los sacabancos; de la pobre tentenelaire y de la notentiendo. Del eskato y de la esclava, del desvergonzado y el desvergado y el gamín. Y todos esos, todas ellas, todes elles están en Un pulque literario, de Rafael Olea Franco, un libro precioso que recorre unos tres siglos de literatura pulquera como uno recorre su propio rostro en el espejo y no puede sino notar pecas, granos, pelos horribles y notar, si se fijan bien, una dicha en la mirada, una inteligencia, un atisbo de amor antiguo como un lago.

Italian American. Red Sauce Classics & New Essentials, de Angie Rito y Scott Tacinelli, no brota de una ciudad en particular pero para mí o es del Bronx –no de Little Italy en Manhattan ni de Rossville en Staten Island: de Morris Park en el Bronx– o es hijo de uno de los muchos santos de Newark. Qué quieren: el cine lo jode a uno, le hace imaginar cosas que nunca estuvieron ahí. Italian American no es mejor que Buenos muchachos y tampoco es mejor que la temporada tres de Los Soprano pero algo tiene de su espíritu, de su vigor, de su conservadurismo.

[Ahora, hagan albóndigas de camarón extraídas de Italian American]

El título de Provecho. 100 Vegan Mexican Recipes to Celebrate Culture and Community, escrito por Edgar Castrejón y aparecido en 10 Speed Press, es largo pero sobre todo es impreciso. No porque contiene recetas “españolas”, “colombianas” o “venezolanas”, sino porque parece querer decir que lo “mexicano” está de alguna forma separado de cualquier otra de las tradiciones que aparecen en el volumen. Pero México es una invención, una tonterijilla que nos decimos en tiempos del mundial y cuando queremos pintar nuestra raya; Venezuela, Colombia, España: lo mismo. Provecho. 100 Vegan Mexican Recipes es un libro padrísimo e infinitamente cocinable pero contiene un error elemental: establecer la diferencia. (Entre paréntesis, no mamen editores de 10 Speed Press. ¿Neta no pudieron preguntar? Cualquier humano con cierta decencia les habría aclarado que no se dice ‘Provecho’; se dice ‘Provechito’.) 

[Vayan y preparen un aguachile de coco que trajimos de Provecho]

Ahora, al fin, adiós. HojaSanta no fue en 2021 lo que hubiera querido. Hicimos menos de lo que íbamos a hacer; no encontramos nuestra sendita y nos quedamos sin dinero. La vida, que le llaman. Pero sí hicimos cosas que no nos avergüenzan, cosas que gustosas les dejaríamos a nuestras hijas si a eso nos llevaran las circunstancias. Pensamos. Nos abrimos a mercados y a la protesta. Iniciamos una matrix de recetas que algún día será algo –ya verán–. Pusimos nuestro pequeño pie en alguna discusión. Buscamos proyectos de gente buena de los que ya hablamos y seguiremos hablando. Prometidísimo. 

Y no nos morimos en 2021, lo cual, desde aquí, desde esta pequeña oficina con libros y kimchi y un refri destartalado; lo cual, desde aquí, desde esta oficina libre de amor y de recelo pero con vinos y post-its por todos lados; lo cual, desde aquí, en serio en serio en serio, se ve como un milagro.~