Abrir zoom. Crear nueva reunión. Tema de la reunión: Navidad desde lejos

 

por Diana Gutiérrez Pérez (síganla en instagram! y en tuiter!);

fotos 1 y 2: Felipe Luna

Mami:

Mañana voy a desayunar enfrijoladas, entonces necesito, por favor, ½ taza de frijoles de la olla. También una papaya pequeña. Para la cena es la quesadilla de champiñones y un cuarto de toronja en gajos. ¡Muchas gracias! 

Transcribo uno de los mensajes en hojas sueltas que solíamos dejarnos en la mesa cuando vivíamos juntos. Es de aquella atrevida época en que intenté ser vegetariana. Tenía dieciséis años y para mantener un régimen así (a esa edad!) necesitaría ayuda. Entonces como ahora no le hago a la sartén y cualquier cosa que no fuera una ensalada se me hacía dificilísima. (Al menos, años después, ya me sale la tinga de zanahoria.) 

Cuando les conté a mis papás de mi nuevo estilo de vida alimentario pegaron el grito en el cielo. Con toda razón. 

Trabajaban de siete a dos en el centro de salud y en la tarde y en la noche en su consultorio. Y mis hermanos no se iban a sumar a mi recién adquirida disciplina. ¿A qué hora se supone que cocinarían mis papás ½ taza de frijoles de la olla, alistarían una papaya pequeña, pasarían una quesadilla de champiñones por el comal y cortarían un cuarto de toronja (en gajos, por favor)? Acordamos que ellos me proveerían de la materia prima y yo me encargaría de ejecutar las escasísimas recetas que hallaba en aquellos inicios de internet. 

¿Tengo que decirles que mi plan fue un absoluto fracaso? Lo único que logré hacer medianamente bien fue gratinar unas coles: en microondas, con el queso derretido hasta el plato y el plato derretido hasta el fondo del micro. Las bauticé: coles bañadas en queso. En realidad, cuando me las comí eran coles bajo una costra de queso toda dura. 

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Diani:

Te dejamos sólo licuado porque no sabíamos si ibas a desayunar. También hay una pechuga y alambre de camarón en el refri. Sobró pastel, por si quieres. Tu sándwich está en el tupper verde.

Somos personas a las que les gusta desayunar fuerte. Mi mamá decía que debíamos desayunar como reyes, comer como príncipes y cenar como mendigos. Y nosotros desayunábamos como Moctezuma (el Segundo). Alambre de camarones, chiles capeados rellenos de queso, pechuga cordon bleu. Echo mucho de menos ingerir pastel en la mañana. Aunque mi papá hacía los sándwiches, la única que cocinaba de veras era mi madre. Ahora dice que hubiera preferido no hacerlo nunca, que ella no nació para la cocina. Claramente, ya no tiene miedo de traumarnos al confesarlo y, a regañadientes y todo, pero tengo que decir que las enchiladas verdes y el caldo de tomate asado le quedan de rechupete. Cuando mi hermana se casó, mi mamá le dijo al novio: “Te aviso que no sabe cocinar.” (Les digo que ya no tiene miedo de traumarnos.) Mi novio y yo tenemos un acuerdo: yo lavo los trastes, él hace todo lo demás. Digamos que a mi papá le quedan bien los sándwiches y siempre ha sido un pinche profesional. Pela chícharos, espulga frijoles, pica zanahorias con ahínco, incluso con ternura. Es un profesional pinche y un pinche amoroso. Un poco como el papá de Julian Barnes, que lo presenta en El perfeccionista en la cocina como un hombre con iniciativa, que le prepara el lunch con su ingrediente favorito, y luego se hace un despapaye, o como Dustin Hoffman en Kramer contra Kramer. ¿Se acuerdan? Al principio de la película el papá intenta hacerle un pan francés al niñito pero le queda un mazacote achicharrado. A los platillos de estos papás les sobra cariño y les falta sabor. 

A mi papá sí le queda bien el pan francés.

More y Adi:

El pollo está sobre las salchichas viena, lo demás ya lo pusimos en la bolsa verde. Si quieren, hay pan francés. Les dejamos unas sopas maruchan para que se las lleven. Nos dio mucho gusto que estuvieran con nosotros, ya los comenzamos a extrañar. Lo que necesiten, estamos en la mejor disposición. Los queremos.

El recado es de mis papás. Adi es mi hermano y More mi cuñada. ¿Qué más puedo decirles? ¿Que ambos saben cocinar? ¿Que en mi familia preferimos los papelitos a las conversaciones y preferimos las acciones a los papelitos? ¿Que nuestro afecto se manifiesta en la colaboración y en la comida? ¿Que la sopa maruchan es amor? ¿Que mi hermano es obviamente el favorito de mis papás? Todo eso es verdad. 

(Mamá, no te preocupes: no me voy a traumar.)

La verdad mi hermano deja buenos mensajes

La verdad mi hermano deja buenos mensajes

Pá:

Entonces serían dos órdenes de costillas adobadas con papas al perejil y medio fruitcake. El envío llegaría a las siete a su casa. Ya pagué. 

Hoy nuestros recados viven en whats. Le envié este mensaje a mi papá con el menú que les hice llegar esta navidad. Celebramos por zoom. El plan era que los hijos se hicieran cargo de su propia comida pero mi mamá informó el martes que había mandado por paquetería un tóper de romeritos a Morelia, donde vive mi hermano. El hijo predilecto de la familia. Evidentemente.

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Pero eso no me duele. Me duele que por primera vez en nuestra historia estemos separados. En esas reuniones sí nacía la conversación. Comer juntos ha sido el pretexto para desfogarnos, para subirle el volumen a la voz. El grito emerge de la emoción de compartir. (Guardamos las peleas para otros momentos. Por ejemplo, cuando jugamos cartas y mi hermano se enoja porque nomás no sabe perder.) La comida es nuestra conciliadora. Es tanto nuestro entusiasmo cuando estamos a la mesa que nos hemos ahogado con algún trozo de romerito o de fruitcake que se nos va por otro lado por andar grite y grite y come y come. La comida es nuestra ofrenda de paz. En el comedor no hay nada que no se resuelva entre nosotros. 

Pero qué callados estábamos todos detrás de la pantallita al final de 2020.~