Poesía eres tú. Un elogio pirotécnico de los Takis (originales y fuego)

 

por Mariana Ortiz, fotografía por Rachel Carrancá

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Exceso de calorías, de grasas saturadas, de sodio: no me importa lo que diga el nuevo etiquetado. Busco desesperadamente, busco sin encontrar, escribo a solas, no hay nadie en este Oxxo, cae el día, cae el año, caigo en el blanco instante del pasillo, invisible camino frente a refris que repiten mi imagen destrozada, piso días, instantes caminados, piso los pensamientos de mi sombra, piso mi sombra en busca de un instante en el que aparezcan aquellas pequeñas tortillas de maíz enrolladas y fritas sabor taco o chile y limón. 

No he recorrido todos los puestos y restaurantes del país, ni siquiera de la ciudad, pero si tuviera que decirlo: los takis son mis tacos favoritos. 

Si tuviera que decirlo.

Si tuviera que decirlo: un tako que sabe a taco me salvó la vida. Pero, para ser honesta, preferiría no hacerlo. Mejor: un tako con sabor a chile y limón me volvió adicta. El cielo y el infierno en dos bolsas de diferente color, una verde y otra morada. ¿O acaso distintos círculos de Dante? Imagino el camino que se traza entre las tinieblas y el paraíso. El primer círculo está invadido de fuego, takis fuego encendiendo las verdaderas llamas de la esperanza, y desciendo niveles tratando de huir del incendio que colorea el cielo de rojo anaranjado. A lo lejos observo un faro que ilumina una zona menos enchilada.

Los takis me enseñaron todo lo que una persona como yo debe saber de la vida. Tres cosas: Mientras más salado, mejor. Mientras más picante, mejor. Mientras nada se acabe, mejor. Si tuviera que decirlo, que todo sea así, que todo se quede aquí: en el instante en que crujen mis dientes con la fritura y el polvo. 

Glutamato monosódico es mi pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos sus tres letras me harán yacer: GMS. Canto el salmo de los takis porque cierro los ojos y pienso en el momento que abra la bolsa y me llegue el olor que arrasa mi contrasentido del olfato. Que lo destruye: chile en polvo, destellos de ácido cítrico y sal que comprueban que hay una diosa allá arriba: takos que son postre, son abrazo; takos que son premio, prohibición, tótem y tabú… Takis que anhelan ser tomados por niños y niñas. Takis que anhelan ser devorados. Dejad à les niñes, y no les impidáis de venir à mí, porque de tales es el reino de los takos. Tomadme y llevadme con vosotros. 

He visto bolsas de plástico llenas de satélites orbitando la tierra llamándonos al origen, he visto pasillos del supermercado con infinitas posibilidades, con repisas como lienzos que lanzan meteoritos de sabor, juegos pirotécnicos en la noche de los tiempos. También he visto la otra vida de esas frituras, convertidas ya en basura que recorre la ciudad movida por este aire contaminado de ozono y de covid. He visto a las mentes más brillantes de mi generación ir al Oxxo de la vuelta y sucumbir ante bolsas de frituras cuyo nombre no es Takis. Arrodillarse ante ellas.

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Pero nada de lo que he visto me preparó para ver takis –como quien no quiere enterarse de que eso existe, como a quien se le abre un mundo frente a los ojos– en cervezas, en aguachiles, en sushi, en palomitas, en pechugas de pollo empanizadas. Y es que si tuviera que decirlo estamos un paso adelante en el progreso de la humanidad, pues los takis son parábolas, cilindros, elipses formadas sobre un calor intenso, ¡matemáticas, hijo! Un taki tiene más números en él que el Nobel de física tiene en su vieja moleskine. 

Pequeña tortilla, sigo siegamente la dirección que me señalas. Oh tortilla, oh fritura, oh chile en polvo, tu falda de maíz ondula y canta. Enrollada y por freír, tú eres la única guía hacia el único futuro único. Has bailado con el aceite caliente como en un vals en el Castillo de Chapultepec, Maximiliano y Carlota oteando el antiguo Paseo de la Reforma, soñando que ésa es su casa verdadera. El poder y la disputa por ver quién se proclama emperador es lo que antoja bellos aquellos movimientos. Si cierro bien los ojos, puedo ver las gotas de aceite a borbotones como fuegos artificiales anunciando la llegada del nuevo rey. Lo escucho –‘Unison’ de Björk es el nombre de ese vals– como un nuevo himno sin fronteras. La única guardia nacional que estoy dispuesta a defender es la guardia del vals del maíz enrollado y hecho tako.

El taki, ¿qué es un taki? Y tú me lo preguntas…~