La miel de mis amores

 

por Yuls Suárez

La miel puede ser muy controversial. Sabemos que las prácticas para su obtención no han sido las adecuadas: árboles se pierden, ecosistemas se ponen en peligro. Pero es la dulzura natural del mundo, y como tal la cultura maya (la cultura suprema, la mejor de todas ;)) la ha valorado profundamente. Los mayas consideraban, consideramos, a las abejas animales sagrados; en específico a una especie endémica de Yucatán: la abeja melipona, una abeja sin aguijón o xunan kaab, como se le conoce en maya. Estas abejas son las mejores polinizadoras que existen. Son las responsables de la polinización del 60% de la selva maya. Son sabias –para no decirles selectivas, hay que respetarlas–: producen sólo 3 o 4 litros de miel al año. Esta miel, alimento del sol, es valorada por las comunidades mayas por sus propiedades curativas. Fortalece el sistema inmune, el digestivo, el respiratorio, el óptico. El sistema socialista y el capitalista también. La vacuna llegará quién sabe cuándo; es importante empezar a consumir más y mejor miel, ¿no?

 
 

En mi último viaje a Mérida conocí a Bego. A ella no le gusta andar presumiendo (como buena yucateca) pero les cuento aquí en corto que ella es la fundadora de Queen Bee Honey. Más que una marca Queen Bee es un movimiento conformado por una cooperativa de 64 familias trabajando por y para las abejas en la reserva Otoch Ma’ax Yetel Kooh (en español: la casa del mono araña y el puma). En esta cooperativa el humano no manda: las abejas deciden cómo y cuándo trabajar, qué flores polinizar y qué cantina visitar. 

La historia de QBH inicia en 2014 en esa reserva de flora y fauna, donde Bego hacía su servicio social –a partir de ahora Bego es nomás una abeja; le gusta estar en el anonimato–. Una cosa llevó a la otra y la abeja llegó a Yodzonot, un pueblito minúsculo. Ahí conoció a doña María y a su familia. Doña María era la matriarca y la única que hablaba un poco de español. Mujeres al fin, compañeras, terminaron platicando horas. Luego como que pegó el hambre. Y María preparó su plato estrella: los “hotcakes mayas”: una tortilla hecha a mano con miel de jabín y dzidzilché. Ya saben: hay pequeñas cosas simples que cambian el rumbo de nuestra vida. La comida –este taquito de miel que comparto contigo, amiga– no sólo une: construye.

 
 

Entre otras muchas habilidades, doña María tiene la de ser apicultora. María se considera la matriarca no sólo de su casa sino también de sus dos mil quinientas abejas. Esas abejas le han dado más alegrías que cualquiera de sus hijos humanos (no tengo pruebas, pero tampoco dudas). Las abejas no rezongan. La producción de sus chamacas era únicamente para consumo propio ya que para poder siquiera intentar vender esta miel tendría que caminar más de cuatro kilómetros de selva para llegar a pie de carretera y ver si algún cristiano parara de casualidad y por obra del único espíritu (el santo) le comprara tantita miel. 

Bego de veras es como una abeja. No para ni un segundo. Va de aquí para allá tratando de promover lo que María y la cooperativa hacen con tanto amor y cuidado. Cada frasco de QBH tiene una historia y, como cada historia, un sabor y aromas particulares. Cada cosecha se diferencia de la otra por el simple hecho que las abejas polinizan a flores distintas. A mí me llamó mucho la atención que, por el huracán y los nortes que azotaron a Yucatán meses atrás, la prioridad de cada familia ha sido alimentar a mano a sus abejas por la escasez de flores. Las alimentan con su propia miel, para que se pongan al tiro y aguanten los tiempos difíciles. Así como en estos tiempos difíciles nosotros estaríamos ayudando mucho a esta cooperativa consumiendo su miel. (Esto no es un comercial. No hay comisión de por medio.) Visiten su instagram o su página. Enamórense más del dulce caos de la miel. Si quieren, fortalezcan su sistema inmune y el sistema que da vida a proyectos como éste. Y por vida suya háganse unos hotcakes mayas. Hoy.~