Veracruz, la puerta de México

 

Antigua, Veracruz

Desde tiempos de la Conquista, Veracruz es la puerta por donde el mundo ha entrado a México. Ya desde hace centurias, Veracruz sedujo y maravilló a aquellos que arribaban a sus costas: en el siglo XIX, el escritor mexicano Manuel Payno registró un paseo en el malecón del Puerto de Veracruz: “un rumor sordo de palabras en todos los idiomas, […], un murmullo de los remos, una confusión agradable que apagaba por instantes una ola que enojada se rompía en los costados del muelle, arrojando sobre los concurrentes copos de blanca espuma”.

Casi dos siglos después de que esas líneas fueran escritas, Veracruz le ofrece a quienes la visitan una notable infraestructura hotelera y restaurantera, con vuelos nacionales e internacionales que garantizan conectividad eficiente y, sobre todo, estupendos proveedores de servicios que harán de cualquier visita —incluyendo la que tú harás pronto— una experiencia inolvidable. Nuestro estado hospeda una enorme riqueza cultural que se manifiesta en zonas arqueológicas, fiestas tradicionales, danzas y artesanías, todo en un escenario dotado de espectaculares bellezas naturales.

Con el objetivo de transmitir estas cualidades a mucha más gente dentro y fuera de México, cinco personalidades viajaron al Puerto de Veracruz para vivir experiencias únicas de ecoturismo, gastronomía y cultura. La primera parada fue Antigua, que haciéndole justicia a su nombre es una de las primeras ciudades establecidas en nuestro país. En este lugar se encuentra la primera iglesia edificada en México, la Ermita del Rosario, una construcción que se erigió hace quinientos años y que marca un parteaguas en la historia del continente americano. Nuestros invitados recorrieron la vieja casa de Hernán Cortés, que se encuentra hoy en ruinas y cuyas paredes están cubiertas de raíces que le otorgan un aire místico. Tras caminar los mismos pasillos que caminó uno de los artífices de la Conquista de Tenochtitlán, tocó una visita a Las Delicias Marinas, restaurante típico de la zona que sirve platillos regionales como el infaltable pulpo a las brasas, los tradicionales frijoles con puré de camarón, el clásico arroz a la tumbada y la típica sopa de mariscos.

Pero Veracruz tiene mucho más que ofrecer, además de fascinantes lecciones de historia, y esto apenas era el comienzo. Al siguiente día, junto a nuestros invitados visitamos un lugar que parece una ventana a un pasado más sencillo, más bondadoso. Ubicado a cuarenta minutos del Puerto de Veracruz, el pueblo costero de Chachalacas está compuesto de pequeñas casas y restaurantes playeros que ofrecen desayunos y comidas con la pesca del día, de una frescura inmejorable: robalos, camarones para pelar y erizos de mar, entre otros manjares costeños.

Chachalacas

Una vez que terminaron de recorrer este pequeño pueblo costero, nuestros huéspedes se prepararon para vivir una aventura como de otro universo. El equipo de Monkey Fish, empresa dedicada a experiencias ecoturísticas, nos transportó en una pickup en un recorrido de unos quince minutos por la playa, con las olas del Golfo de México rompiéndose detrás nuestro. Al terminar ese paseo arribamos a las famosas dunas de Chachalacas, montículos de arena formados a lo largo de miles de años y esculpidos por los huracanes y los nortes que transporta el Golfo de México. El resultado es un paisaje asombroso que se extiende ante los ojos como una película de fantasía. Al subir al primer descanso, los guías proporcionan una explicación general de la actividad que se realiza en estas dunas. Lo que nuestros invitados estaban a punto de probar se llama sandboard: un deporte creado en Brasil que ha tenido un importante auge en nuestro país durante la última década en estados como Sonora, Baja California y, por supuesto, Veracruz.

La tabla de sandboard es una adaptación de las tablas de snowboard y las tablas de surf que permite deslizarse a más de cuarenta kilómetros por hora a través de las diferentes “pistas” de arena que tiene Chachalacas, tal como si uno se encontrara en Vail o Whistler. Las pistas de arena tienen diferentes caídas e inclinaciones, y será el espíritu intrépido de cada quien el que decida la magnitud de la aventura. La ventaja de la arena de Chachalacas, sin embargo, es su amortiguadora suavidad: las caídas no son tan riesgosas como en la nieve y la diversión está garantizada. En el mismo recorrido de las Dunas de Chachalacas es posible jugar una variación del golf pensada para estos escenarios: el sand golf, que te permitirá practicar tu swing desde la parte más altas de las dunas y con espectaculares vistas al Golfo de México.

Por la tarde, el grupo visitó la Isla de Enmedio, que aquí se escribe Enmedio, aunque la RAE diga que se escriba separado. Esta paradisíaca isla está ubicada a quince kilómetros en mar adentro del municipio de Antón Lizardo, Veracruz. Junto a Sal Medina (mejor conocida como “Cancuncito” por sus arenas blancas y agua color turquesa), la Isla de Enmedio pertenece al Sistema Arrecifal Veracruzano, y ambas son hogar de la tortuga de carey, varias especies de aves multicolores, fascinantes arrecifes de coral e inquietos delfines.

Nuestro grupo de invitados subió a una lancha rápida que partió desde las playas de Antón Lizardo. Durante veinticinco minutos, la embarcación bordeó el arrecife natural veracruzano mientras un grupo de delfines nariz de botella nos daba la bienvenida brincando junto a nosotros. En el horizonte se bocetaba la silueta de Sal Medina, el afamado “Cancuncito veracruzano”. Así, llegamos a la Isla de Enmedio, que al descender de la lancha nos recibió con un antiguo faro levantándose en su centro. Hace algunas décadas, este faro orientaba a los buques comerciales que llegaban al puerto, advirtiéndoles que entraban a una zona de arrecifes. Al caminar por la isla, tras apenas unos pasos, llegamos a un muelle abandonado: con el intenso azul del cielo y los murmullos del mar de fondo, el paisaje resulta hipnótico. Ahí en la playa, nuestra comitiva disfrutó y tomó un rato el sol mientras el equipo de Monkey Fish preparaba todo para nuestras sesiones de snorkel y paddleboard, que durarían toda la tarde y terminarían con el sol ocultándose en el océano.
Si de deportes extremos y actividades al aire libre se trata, el estado de Veracruz ofrece diferentes opciones: hacer rafting, visitar Roca Partida o las más de diez cascadas que se encuentran en varias regiones del estado. A solo cuatro horas de la Ciudad de México, en Veracruz puedes vivir la experiencia de practicar kayak en laguna o en mar, según lo que prefieras. Es precisamente en el Puerto de Veracruz, justo en el límite entre Veracruz centro y Boca del Río, se encuentra Punta Azul, un punto de encuentro para amantes de este deporte. La cita es a las siete de la mañana: lo recomendable es comenzar temprano para agarrar el mar en calma, evitar el sol de mediodía y entrar al agua fría para despertar con su tacto y dejarlo todo en las olas.

En Punta Azul, los instructores nos preparan con una breve explicación de las señales básicas y los conocimientos esenciales: cómo entrar al mar, cómo remar y de qué forma aprovechar las corrientes marinas. Nuestro destino es la Isla de Sacrificios, una pequeña porción de tierra ubicada en el Golfo de México, de 450 metros de largo por 200 metros de ancho, que forma parte también del Sistema Arrecifal Veracruzano. Se cree que en este edénico lugar, durante el periodo posclásico mesoamericano, habitó gente del pueblo totonaco.

Después de remar por más de cuarenta minutos y aproximadante dos kilómetros y medio contra la corriente, llegamos junto a nuestros huéspedes al área arrecifal de la isla. Una vez ahí tomamos aire, nos hidratamos y contemplamos la espectacular silueta del Puerto de Veracruz. Mientras tanto, nuestro guía, Iván Miranda de Monkey Fish, amarraba uno a uno los kayaks para sujetarlos en lo que nosotros descendíamos para snorquel. Bajo la superficie del agua, en un páramo submarino como salido de un planeta lejano, habita una fauna increíble: pulpos, peces multicolores, erizos de mar y otros animales marinos. Antes de volver a tierra, el guía nos lleva a una parte muy cercana de la isla para tomar la mejor fotografía: el faro. Ahí, contemplamos por un momento la arrobadora vista de una isla del Caribe a solo unas horas de la Ciudad de México.

Remando de vuelta, regresamos a Punta Azul aprovechando las corrientes marinas. Tras dos horas de bracear y casi cinco kilómetros de mar recorridos en kayak, volvimos a tierra firme, con las escenas de los arrecifes todavía en nuestra mente.

Un bocado jarocho

 

Fue en Veracruz donde sucedió uno de los primeros mestizajes gastronómicos de la América continental: fue aquí donde hace quinientos años, con el arribo de las expediciones españolas, que se fusionaron dos culturas milenarias. Técnicas, ingredientes, sabores y texturas que hasta entonces habían estado separadas por un océano de distancia se encontraron en estas tierras.

Haría falta un sitio o una enciclopedia enteras para compilar las diferentes proezas gastronómicas de las ocho regiones de Veracruz, pero lo que sí podemos hacer es sugerir algunos platillos y sitios emblemáticos para tu próxima visita al afamado Puerto de Veracruz. No hay mejor forma de comenzar el día que en La Parroquia, un establecimiento con más de dos siglos de vida. Aquí nació y se consolidó el famoso café lechero, servido por un hábil mesero con un chorro de leche hirviendo. Este café, dulce como un amor de juventud, suele acompañarse por un platillo que de entrada suena extraño pero que provoca una explosión única de sabor: las famosas bombas, una concha rellena de frijol con queso o nata. Una bomba que encuentra un delicioso equilibrio con el lechero. Aquí también puedes probar las famosas picadas, muy distintas a las de la Ciudad de México y otros lugares de la república: un “sope” con una base de frijol negro, carne asada, quesillo, chicharrón fresco y cremoso aguacate.

Si de mariscos se trata —y vaya que aquí se puede comer marisco fresco— no olvides visitar la Laguna de Mandinga, donde podrás probar camarones listos para pelar o un ceviche de robalo, característico de la zona. Si prefieres quedarte en la zona del puerto, no puedes perderte Mocambo, donde la joya de la corona es el restaurante Villa Rica, famoso por sus mariscos y pesca del día, traídos todos los días, cada mañana, de playas cercanas como Chachalacas o Antón Lizardo. Aquí la recomendación son los frescos ostiones en su concha, preparados con salsa de la casa, que incluye salsas negras y el picor único de Salsa Tabasco, además de probar el pulpo a las brasas, que se sirve completo para compartir entre los comensales.

Si visitas el Puerto durante el fin de semana, no te puedes perder el clásico brunch del hotel Grand Fiesta Americana, el cual incluye mini bombas, café lechero, enchiladas veracruzanas con salsa de frijol y los famosos tutis, bolitas de masa rellenas de queso crema. Al salir, con toda fortuna, podrás contemplar el paisaje porteño y recordar aquella descripción de Manuel Payno: “detrás de la ciudad se observan las montañas azules de la sierra, y más allá, entre el vapor rojizo y dorado de la atmósfera, descuella el gigantesco Pico de Orizaba, escondiendo su frente reverberante entre las caprichosas figuras que forman las nubes”.

Esto y más es Veracruz, la puerta de México. #_miveracruz @miveracruz

 
paola mendoza