Ese divino ardor

 

fotos por Ana Lorenzana

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Hay un cambio que sucede en estos días, ¿cierto? Son días en que el potencial del ser humano se realiza en pleno. Incluso algunos nos engañamos y creemos que el cambio es para siempre. En serio parece real y decimos: ahora sí. (Después el ser humano vuelve a ser humano. No pasa nada.) Son estos días de final de año. 

Son unos veinte, treinta días alrededor de navidad: brillan, tienen un lustre, una limpieza que no tiene el resto del año. Hay regalos, aguinaldos, bonos que gastamos en más regalos. Hay bienvenidos abrazos sin porqué. Salimos a los mercados sobre ruedas que sólo en estos días se ponen por la noche. Compramos tostadas, buñuelos, ponches, esferas, lucecitas. Nos dejamos convencer de buenas cosas. Los restaurantes están llenos porque jefes y empleados olvidan sus diferencias esenciales y salen y comen y beben juntos. Bailamos en fiestas de oficina que muchas veces queremos olvidar –y las olvidamos, porque ese es otro de los milagros de estos días–. Hay un como divino ardor o una efervescencia en el aire. 

Servimos cocteles en la casa. A veces –las mejores– esos cocteles traen unas gotitas de Tabasco, gran tilde coctelera. Servimos, por ejemplo, un Divine Fizz, poseedor de la divina efervescencia de estos días. (Divine Fizz, qué nombre tan bonito para un coctel. Ojalá alguien escribiera sobre nombres de cocteles… ¡Esperen! Nosotros lo hemos hecho.) Y lo hacemos así: primero, enfriamos una copa con hielos y tantita agua; luego, ponemos hielos en un shaker y les agregamos 30 mililitros de Grey Goose, 2 golpes de Tabasco, 20 mililitros de Martini Rubino, 30 más de jugo de piña, 10 de jarabe natural y 10 de jugo de limón amarillo. Lo agitamos a ritmo navideño. Colamos el coctel en la copa y la decoramos con una rodaja de piña deshidratada y tantito chile de árbol en polvo. 

Brindamos por el cambio de estos días. Creemos que es para siempre. Quién sabe: uno de estos años podría serlo.~