Genealogía de un plato

por Adriana Ventura (síganla en instagram!)

 
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1
Esta tarde rompí un plato
en casa de mis padres.
Rompí tres platos,
a decir verdad.

Miento cuando hablo de estas cosas,
las minimizo,
les resto importancia.

Pero esta tarde
los platos estrellados en el suelo
formaron una constelación
ante las miradas acusadoras.
No pude ocultar mi descuido.

Cuando un plato se rompe
deben levantarse con las manos
las partes más grandes,
luego se barren las pequeñas astillas
de porcelana o cerámica
y se envuelve todo en periódico
como en las mudanzas.

Recoger un plato roto
es parecido a un funeral:
se envuelve algo muerto.

2
Cada pieza
puede hacernos viajar
hacia una tarde de furia
en donde los platos
fueron discos con filo
durante una discusión de pareja.

O pueden remitirnos
a un desayuno tierno y familiar.
A una comida simple,
cotidiana y a tiempo.

3
Los platos de esta casa
son de loza y de cristal,
hay algunos de barro;
cazuelas,
les dice mi madre.

Se usan en reuniones especiales,
cuando el banquete es copioso.
La comida de esta tarde
fue modesta:
algo de pollo, ensalada, puré.

4
Es posible que nadie recuerde
el incidente de la tarde.
La noche entró sigilosa.
Creció desde la mesa
hasta tenderse en el horizonte.
Rompí tres platos.
Ninguno de ellos pertenecía a un conjunto,
ninguno formaba parte de una vajilla.

El conjunto es una agrupación,
un montón de cosas
que son afines,
que se parecen,
que coinciden.
Es algo que forma
parte de un todo
y es homogéneo.

En esta casa
las vajillas se desagruparon hace mucho;
las partes que sobreviven son retazos,
fragmentos de un pasado reunido.

No tenemos objetos que puedan concentrarse.
Todo es singular aquí.

5
Pasaron por los treinta y cinco años de esta casa
muchas colecciones de platos.
Hoy rompí tres.

Sobre un plato
se reposa y se sirve,
se come.
Su antepasado es la vasija:
un artefacto circular,
un poco plano,
ligeramente cóncavo en el centro,
extendido en los bordes.
Las vasijas me hacen pensar en el universo:
seguro hay estrellas vibrando en sus centros,
se pueden construir naciones,
aldeas, casas,
reunir personas,
vivir.

Sobre un plato reposa el mundo.

6
Cuando mi madre se casó
recibió dos platos como regalo,
blancos,
con grabados de cerezas.
Aún conserva uno en su alacena,
lo mira,
sé que sobre la superficie añeja
de ese plato
reposa su primer vals de casada,
en los bordes desfila su vestido de novia gris,
el sudor de esa tarde de verano
en la que unió su vida a la del hombre
con el que compartió
mesa y cama.

7
Un plato es una medida de tiempo:
el primer plato, el segundo, el tercero…
Y la vida pasa entre cada uno.

El plato para el postre,
el de la sopa,
el plato llano,
el hondo,
el de café.

En la hondura de un plato
puede reposar
el descuido de una tarde
en la que el susto por la lluvia
y la noche
venció la fuerza de mis manos.

Tres platos
cayeron al suelo
y fragmentaron los recuerdos,
la historia deshecha
de mis padres.~


Adriana Ventura ha publicado las plaquettes Geografía negra (2013), La rueca de Gabrielle (2014), Elogio a las rain boots que no tengo (2015) y Café Bausch (2015). Pueden bajar Café Bausch desde la colección La Ceibita: clic. Encontramos ‘Genealogía de un plato’ en la antología de poesía de jóvenes creadores 2019-2020 del Fonca.