Café vs coca: una competencia dispar

 

por Michael Snyder; fotos: Felipe Luna

El café y la coca se adaptan al mismo clima, han crecido juntos en Bolivia desde hace más de dos siglos. La coca, un cultivo endémico, se sembraba en pequeños pedazos de tierra y se tomaba en té o masticada, para combatir la fatiga. No fue hasta la locura de la cocaína, en la época disco, que su cultivo sobrepasó al del café, volviéndose el más rentable.

 
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Serio y en silencio, sentado en una esquina oscura de su pequeña tienda, Julio Pinedo no parecía un rey. Sus antepasados, de la realeza senegalense, también eran de los esclavos que habían sido secuestrados por los españoles en el siglo XVIII, enviados al otro lado del mundo para trabajar en las minas de plata en Potosí. Al darse cuenta de que su nueva fuerza laboral era inadecuada para el duro frío del Altiplano, se los llevaron a Yungas —las montañas del trópico donde los Andes se encuentran con el Amazonas— a trabajar junto a los esclavos indígenas en las haciendas destinadas a cosechar café, uno de los cultivos introducidos al continente a principios de ese siglo.

Nacido como príncipe y como esclavo (la práctica no estaba completamente erradicada en Bolivia hasta la firma del Decreto de Reforma Agraria en 1952), Julio creció en los campos de café que en ese momento todavía prosperaban en Yungas; ahora ya sería difícil encontrar tan sólo un arbusto de café aquí: éste es el país de la coca. «En ese entonces cultivábamos mucho más café que coca —me dijo Pinedo la mañana en que lo conocí—; lo tomábamos en las mañanas antes del trabajo y en las tardes cuando volvíamos de los campos. Algunas personas masticaban coca, pero no era tan común».

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Fue hasta mediados de los 80 que el café se volvió algo político, cuando la ONU y USAID instituyeron el primer programa de sustitución de cultivos en los Andes. La idea era simple: impulsar a los productores de coca para que reemplazaran sus cultivos con café, y así recortar el suministro de cocaína. Pero el proyecto estaba destinado al fracaso desde el principio: la infraestructura en Yungas no permitía llegar al mercado de exportación, el café toma años en madurar, requiere de mucho trabajo y se cosecha sólo una vez al año. La coca, en cambio, crece rápido y se cultiva tres veces al año. De 1986 a 1990 los precios internacionales del café cayeron 60%, mientras que el de la coca se mantuvo constante. En 1990, un año antes de que el proyecto terminara, el director del programa admitió que los campesinos habrían tenido que plantar el doble de café para obtener los rendimientos que se obtuvieron con la coca…

El proyecto fue un desastre, aunque eso no evitó que USAID incluyera elementos sobre la sustitución de cultivos en el acuerdo bilateral firmado en 2005, con el nuevo régimen instituido por Evo Morales, el primer presidente indígena y un antiguo cocalero. En un intento por aumentar la calidad y el valor de mercado del café boliviano, USAID llevó al país la competencia Cup of Excellence, en 2007, lo que atrajo atención internacional al pueblo de Caranavi, el único lugar de Yungas en donde aún domina el cultivo de café. La calidad, demanda y precio incrementaron. De acuerdo con Mauricio Diez de Medina, quien trabajaba como cafetalero antes de abrir —hace casi cinco años en La Paz— la primera cafetería especializada de Bolivia, Roaster Boutique, la producción se mantenía estancada.

 
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Ahora las granjas de café boliviano rinden, en promedio, cerca de cuatro sacos de granos por hectárea; un número que Diez de Medina estima que debería aumentar hasta seis veces, con la administración y tecnología adecuadas (Brasil, el productor de café más grande del mundo, produce en promedio 25 sacos de granos por hectárea). «USAID impulsó fuertemente el cultivo orgánico en lugar de invertir en la materia prima —me dijo Diez de Medina una tarde en el Roaster—, pero ser orgánico no es ningún premio».

Norma Chávez creció en Caranavi y trabajó para la Federación Nacional de Café y para Roaster, antes de abrir el año pasado otra cafetería especializada en La Paz llamada Typica, con su socio Fabio X. Chávez es un poco más condescendiente con el programa de USAID, pero está de acuerdo con que la certificación orgánica es demasiado cara y las técnicas son demasiado riesgosas para los pequeños campesinos. «Sobre todo, yo creo que USAID respaldó este programa con el objetivo de erradicar la coca, pero también ayudó a que los productores se concibieran como empresarios», acierta Norma.

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Conocí a Moisés Mollo en Caranavi, uno de los proveedores de Typica, quien hace un año abrió la cafetería especializada en la ciudad, Natural Coffee, en una calle polvosa cerca del centro, el cual está lleno de pequeños despachos de abogados. Fui con Jordy, su hermano de 23 años, a visitar a una de las plantaciones de café familiares: cuatro hectáreas en una ladera empinada a 1700 metros sobre el nivel del mar, altura que le da un distintivo sabor ácido a los granos de café.

La granja de Jordy usa métodos biodinámicos promovidos por USAID, y su producción es razonablemente buena dentro de los estándares bolivianos, pero sólo porque él está completamente dedicado a su mantenimiento. «Prefiero estar aquí afuera trabajando que en mi propia casa. Es tranquilo», me dice Jordy mientras caminábamos entre floreados arbustos de arábiga, semanas después de la cosecha, con sus bayas de café maduro y rojo y delgadas capas de pulpa floral, dulce y tánica.

Durante los tres meses de la cosecha, Jordy y tres amigos hacen turnos de dos semanas. Sus ayudantes son otros productores locales a los que les paga en especie, lo que significa que trabaja prácticamente diario durante esta época. Hierbas de Itapallo crecen por todos lados; su espina cubierta de hojas libera un veneno que da comezón al menor toque. El suelo está cubierto de flores, pensamientos rosas; Jordy me explica cómo sus pistilos liberan una resina que provoca una terrible comezón en los ojos cuando se rompen. Los árboles de Palo Santo se elevan en la pradera, y cada uno alberga una colonia de hormigas de fuego. Aunque Jordy lo catalogue como tranquilo, cosechar y mantener los campos de café es trabajo duro.

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Comparado con la coca, que crece como hierba y prácticamente no requiere mantenimiento, el café es una propuesta complicada de vender. Diez de Medina calcula que la producción de café ha disminuido hasta 60% en los últimos seis años, periodo que coincide con la disputa diplomática entre Estados Unidos y Bolivia (la cual culminó en 2013 con la expulsión de USAID del país). Ese mismo año, Morales aclamó en un discurso: «viva la coca y mueran los yanquis». La coca era, en ese entonces, un símbolo de identidad indígena y de resistencia en contra de la intervención americana en los asuntos bolivianos; el café llevaba años perdiendo esa batalla ideológica.

La producción de coca se estabilizó a finales de los 90, pero ha caído sustancialmente en los últimos años, casi llegando a la meta del gobierno de Morales de producir 20,000 hectáreas de manera legal. La popularidad de Morales puede haber disminuido, pero sigue siendo un héroe para los cocaleros bolivianos. En su tienda, Pinedo tiene dos pósters pegados en la pared: uno conmemora su coronación en 1992, y el otro es de Morales, con una sonrisa brillante y una guirnalda de hojas de coca en el cuello.

Es poco probable que los productores como Pinedo algún día cambien el cultivo de coca por el de café, pero al menos el café está libre de ataduras a la política antidrogas de Estados Unidos. Productores y compradores por fin pueden comenzar a examinar el producto fuera de los esquemas impuestos por la política y el desarrollo. Las cafeterías especializadas como Roaster, Typica y Natural Coffee han comenzado a hacer consciencia de la alta calidad de los granos locales. El potencial existe en las miles de hectáreas por plantar y en la nueva tecnología que se pude utilizar. Con algo de cuidado, el café puede convertirse en una fuente de ingreso y orgullo nacional, como lo es la coca. «Lo que tenemos ahora es como una fábrica vacía —me dice Diez de Medina—; lo que hay que hacer es traer electricidad y prender el interruptor».~