Barro de Cobre: Mezcal punch

 

#Coautorías es la sección que dedicamos a hablar sobre los proyectos de nuestros patrocinadores. No hay de qué preocuparse: creemos en estos productos más allá de nuestra relación con los clientes.

fotos: Ana Lorenzana

El ponche tiene algo de transitivo, algo incluso de final. Lo bebemos –o lo bebíamos– hacia los últimos días de diciembre; o al cierre del año escolar. Lo templábamos a veces. Como todo lo final, tiene algo de dulzura y algo de amargor. Potio ex vino igne evaporato, aqua diluto, saccharoque commixtis, decía un muy viejo diccionario: ‘bebida que se hace de aguardiente templado con agua, limón y azúcar’. (Lo de limón no lo dice en latín, pero lo llevaba entonces como ahora.) Es frutal y punzante. Como casi todos los alcoholes, el ponche posee la cualidad de lo festivo; como muy pocos más, posee también un algo de alivio, de apapacho: está bien visto tomar el vaso o la taza de ponche con las dos manos, e incluso encogerse un poco mientras lo bebemos, como si hiciera frío.

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Existen ponches calientes y ponches fríos, claro; existen ponches en los que flotan trozos de fruta –fresca o hecha pasa– o un pedazo de caña de azúcar. Existen ponches en que sopeamos pan o una galleta. Existen ponches especiados y ponches como aligerados, como volátiles. En el ponche, como en el mundo mismo, la variedad es la belleza.

El ponche que sigue, obra de Julio César Ramírez, maestro cantinero y ponchador de Catamundi, palomea muchas de esas características: es especiado (véase el Tajín y el Ancho Reyes), es fresco (nótese el dash de limón) y ligeramente dulce (jarabe de agave SVP). Háganselo hoy, para festejar el final de cualquier cosa.

INGREDIENTES
Tajín
1½ onzas mezcal Barro de Cobre
1 onza Ancho Reyes
½ onza jarabe de jengibre
1 dash limón
2 onzas jarabe de agave
Hojas de piña

Escarchen un tarro moscovita con Tajín. Llénelo de hielo frappé. Agreguen todos los líquidos y decoren con hojas de piña. Beban lentamente. Encójanse un poquito, como recibiendo un alivio.~