Pappardelle al ragú de cerdo

 

Con Tabasco pa que amarre

Ilustración: Arantxa Osnaya

Hay una cosa como que avispa el sentido del gusto en la salsa Tabasco; como que lo pone alerta de lo que sucede alrededor: lo hace estar vivo y despierto para entender las cosas y actuar en consecuencia. La Tabasco es como la sal, pero para la acidez y el picor. (Las tres –salado, ácido, picoso– son sensaciones que percibimos con la lengua.) Resalta las puntas, no los valles, de los alimentos; las hace más agudas, más filosas, más serradas. Piensen en un ragú de cerdo de raigambre italiana como el que viene a continuación. Es poderoso, de grandes redondeces. La mantequilla le aporta la dulzura de la lactosa, el aceite de oliva le da una curvatura de grasa y la pasta le agrega huevo y una textura amable, amistosa incluso, apenas resistente a la mordida. Pero la Tabasco vuelve a todo el conjunto como tocado en staccato; le agrega nervio; lo hace elástico con una elasticidad que corta, lo hace flexible, wiry.

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Nosotros usamos Tabasco Original para esta receta, pero ustedes si quieren experimenten con otras variedades, váyanse por la tangente. En la cocina entre más experimentemos mejor nos conoceremos a nosotros mismos: la respuesta de nuestros sentidos a la estimulación que ejercen sobre ellos las cosas del mundo. Tómense su tiempo, amigos. La recompensa viene sola.~

La receta es para 6 personas (o 4 si además se sirven una buena ensalada y unos platitos de charcutería; ya saben que nada de esto está fijo)

INGREDIENTES

1 kilo espaldilla de cerdo, en una sola pieza, atada con hilo de carnicero (o de panadero, como le decimos en La Merced)
Sal, pimienta
2 cucharadas aceite de oliva
1 cucharadita mantequilla
1 cebolla chica, picada
1 diente de ajo, picado fino
1 lata jitomates enteros, con el jugo (800 gramos aproximadamente; los mejores que puedan comprar; ojo que no necesariamente los de San Marzano, Italia, son los mejores; hay mexicanos muy buenos, californianos muy buenos: prueben!)
1 taza vino tinto
5 ramitas tomillo fresco
5 ramitas orégano fresco
1 puñito semillas de hinojo
1 cucharada salsa Tabasco Original (y un poco más, si es necesario)
700 gramos pappardelle
Parmigiano-Reggiano al gusto (o sea: mucho)

Precalienten el horno a 162-165º.

Tomen el pedazo de cerdo y échenle sal y pimienta por todos lados y con toda generosidad. Calienten a fuego medio alto una cazuela grande que pueda taparse e ir al horno; agreguen el aceite de oliva y la mantequilla. Cuando la mantequilla se haya derretido, agreguen el cerdo y doren por todos lados, entre 8 y 10 minutos.

Agreguen la cebolla y el ajo; salteen 1 minuto. Agreguen los jitomates, el vino, el tomillo, el orégano, las semillas de hinojo y la cucharada de Tabasco. Lleven a hervor todo el conjunto. Entonces tapen y coloquen la cazuela en el horno.

Dejen que se cueza al menos 3 horas, dándole la vuelta cada hora. Si es necesario agreguen líquido (agua, jugo de tomate, vino si no es que ya se lo dieron ustedes; el líquido debe llegar a 1/3 de la altura total del trozo de carne). Revisen: la carne debe prácticamente desmenuzarse sola. El proceso puede tardar 4 horas. Cuando esté lista, pásenla a una tabla, retirando las ramitas de yerbas de la cazuela y cortándole el hilo a la carne, y sepárenla con dos tenedores. Si son muy pros, háganlo a dedo limpio. (Aguas. Está MUY caliente.) Regresen la carne a la cazuela, revuelvan todo.

Lleven una olla con agua muy salada a hervor a fuego alto. Cuando hierva, agreguen las pappardelle. Cuezan según las instrucciones del paquete, dejando la pasta un minuto menos cocida de lo que diga ahí. (Van a terminarla en el ragú.) Aparten una taza del agua de cocción. Cuelen la pasta y agréguenla al ragú. Mezclen bien, agregando de a poquitos el agua de la pasta en busca de una consistencia de salsa y continuando la cocción, moviendo constantemente. Prueben. Pregúntense: ¿serviría esto en la mejor noche de mi vida? Si responden no, rectifiquen sazón y continúen arreglando hasta que respondan sí; cuando respondan sí, emplaten, rallen parmesano encima al momento y échenle a cada plato unas gotitas de Tabasco para dar un último filo.

Qué cena, eh.~