Teresa

 

En La Cuenta les pedimos a algunos amigos –viajeros todos, glotones también– que nos den algunos tips para sus ciudades favoritas: restaurantes, barrios, mercados. Lo que quieran. A continuación, Teresa Zerón-Medina, escritora. Y la cuenta, por favor.  

 
 

Teresa Zerón-Medina Laris. Michoacana y escritora. Relato historias de la calle, del mundo del boxeo y los oficios de la ciudad. En mi poco tiempo libre atiendo una pequeña pizzería en la colonia Juárez llamada Casi Esquina; un altar al ídolo mexicano Rodolfo, El Chango, Casanova, peleador sin ley, hijo de la calle y de la Revolución. Admiro a los que creen que no tener cicatrices es una vergüenza.

 

¿Qué es lo que tanto disfrutas de comer?

Que los sabores se conviertan en recuerdos. Una copita por aquí, otra por allá. Creo

que la compañía es la mejor sazón.

 

Tu lugar favorito:

Cuando estoy por el centro siempre visito el Salón Corona de la calle de Bolívar.

 

¿Por qué?

No recuerdo quién me llevó por primera vez pero pasé minutos contemplando el par de fotografías que cuelgan en la pared. Son dos retratos, tomados con pocos segundos de diferencia, en los que se ve a un grupo de comensales emocionados durante una partida de futbol.

La imagen se capturó hace varias décadas, la impresión es en blanco y negro. Recuerdo que la inspeccioné con atención, buscando diferencias entre los dos retratos. Cada persona, su expresión de frustración o satisfacción. Al final, me pregunté cuántos de esos seguirían vivos.

El Salón Corona se fundó en 1928. Dice ser un salón familiar. Cuando terminé la universidad comencé a trabajar en el centro. Compartía oficina con uno de mis mejores amigos. Cuando me decía “Chela señal” significaba que era hora de agarrar el abrigo, quitarse la corbata y dirigirnos al pequeño local que quedaba a pocas cuadras.

Domingo, uno de los meseros, con una sonrisa, siempre nos recibía. Ya sabía qué mesa era nuestra favorita, cerca de las fotografías. Primero pedíamos michelada, “campechana, por favor”. Luego un taco de salpicón, una quesadilla dorada y si alcanzaba el presupuesto un taco de pulpo en su tinta.

La salsa verde la pedíamos aparte, nunca entendimos por qué no la dejaban en la mesa. Las zanahorias en escabeche siempre se nos acababan. Entonces pedíamos “otra michelada”.

Durante los partidos del mundial de futbol nos la pasábamos ahí, gritándole a la televisión, preguntándonos por qué no nos pasamos el balón para meter gol. Era un escape de la oficina, un descanso del movimiento de afuera, del calor, de la rutina del día a día.

Cuando mi amigo no estaba, iba sola. Me sentaba en la barra y observaba a los que tenían prisa, los afligidos, los presumidos o los que regalaban una rosa a su mujer. Luego alguien me hacía plática. Un militar me regaló una de las tazas del lugar, para que no lo olvidara. También me dio su tarjeta, “por si algún día la necesitaba”, pero en algún pantalón se traspapeló.

Cuando mi amigo descubrió la taza en mi casa enojó. “¿Cómo es posible Zerón que yo no tenga una?”. Durante otra comida le conseguimos la suya. Odiaba que fuera al Salón Corona y que él no me acompañara.

Cuando terminábamos de comer y regresábamos a la oficina había que revisarnos bien frente al espejo pues un buen taco nunca pasa desapercibido. A él siempre lo salpicaba la salsa. “Por eso existe la corbata” reía y debajo escondía la mancha.

“Tienes que venir a ver esto” dijo mi amigo cuando inauguraron un nuevo Salón Corona en Paseo de la Reforma. “¡Chela señal!” gritó y nos dirigimos. Fuimos los primeros en probar las sillas y pedir todos nuestros tacos favoritos. Pero no sabían igual, llegaban medio fríos.

Mi amigo murió y cada vez que hace calor y estoy por el centro algo me guía hasta el Salón Corona de Bolivar. Domingo, quién sigue ahí, me da la bienvenida y sienta en la mesa de siempre, frente a las fotografías. Sabe que ahora llego sola y no pregunta más. Sólo sonríe, me trae una michelada y dos tacos de salpicón, para que al menos mi tripa no se quede sin compañía.

 

¿Qué platos recomendarías?

Taco de salpicón con aguacate, quesadilla bien dorada sin pimiento. Michelada campechana y muchas zanahorias en escabeche.

 

Precio promedio:

$$ (Entre $15 y $250 por persona.)

 

Alguna recomendación especial:

Si es viernes llegar temprano. Si van de pasadita no pidan mesa y quédense en la barra. Sólo aceptan efectivo.


Dirección: Calle de Bolívar 24, Centro Histórico, CDMX

Tel: 55 55 12 57 25

Horarios: Lunes a domingo, 8am – 2am.

 

Redes sociales personales:

Personal, sólo twitter e intento usarlo lo más poco posible @TeresaZeron

De mi pizzería Instagram y Twitter @CasiEsquina