Un montón de estrellas

 

Qué días, ¿no? Qué tiempos estamos viviendo. No queremos saber por quién votaron, pero este lunes se siente como algo nuevo o al menos como un aire fresco. Por suerte, en el DF volveremos a algo que se parecerá más a nuestra normalidad: una mujer gobernante, científica, dispuesta a la conversación, claramente de izquierda, en lugar de un cñor ñeñeñé, ex policía, necio, claramente priista. Eso tiene que estar bien. ¿Y en el resto de México? No podemos saber, claro, pero ayer hubo algo hermoso, que a ustedes les gustará si son como nosotros (nos estamos leyendo, ¿cierto?; hay empatía). Dijo AMLO: “Quien desee migrar que lo haga por gusto.” Eso da en el corazón. Sí, que cambiemos de cielo y de aires, pero no por la jodidez o la violencia sino porque a eso nos mueven nuestros deseos. Lo cual también quiere decir: que venga quien quiera. Brazos abiertos. Bienvenidos a un nuevo orden.

Ojalá.

Por lo pronto, un montón de estrellas. Y de poesía. Pueden empezar por Bonito, una versión de un poema de Stevie Smith, trasladado a la ciudad de México: cómo la fauna que la habita –las ratas, los tecolotes, las carpas en el lago de Chapultepec– también está buscando qué comer. Todos tenemos hambre, todo el tiempo. (‘Bonito’ es parte de 24 horas de comida en la ciudad de México, un libro con un curioso plan. Pueden comprar ejemplares firmados acá.) Después, pueden seguir con este poema de Neruda: ‘El gran mantel’. ¿Cuál es el gran mantel? Es el que cubre todas nuestras mesas: la mesa de la banda, la del campesino que está en el suelo, la de la hora infinita del asado, la mesa del tirano y la mesa de la hermana, la mesa de todos, la tuya y la mía, que son la misma mesa y son la mesa en que nos encontramos. Luego: pásenle a la poesía persa pero por la puerta enorme, eterna, de la comida. Entre las miles y miles de cosas hermosas del islam está la aproximación a la comida (y, en tiempos progresistas, al vino). Descúbranla ustedes también. Es otro mundo. Y por último: lean este extrañísimo poema, una condena de la gula que simultáneamente es una celebración de todas las cosas que llevamos a la mesa. El cura que la escribió parece estar ejerciendo la censura y haciéndose una, mmmm, ¿chaqueta? al mismo tiempo. Qué padre. Qué contradictorios somos todos. Nos gusta pero nos duele pero huele rico pero nos da culpa pero qué bien resiste a la mordida pero que no nos vean.

Hay otras novedades en nuestro sitio. El final de Billions (¿ya la siguen? ¡háganlo!) nos trajo un montón de canciones tequileras a la mente. Prepárense para chillar. Claudio Castro se fue a Tokio y platicó con Sarah Crago, de Out, uno de esos restaurantes que uno se imagina completamente tokiotas: dedicados fervorosamente a un solo plato, llevado a la perfección. Javier Elizondo, en su columna #FondaTránsito, que ya va agarrando su pasito, da un circunloquio hermoso desde un muerto en la ciudad violenta hasta el acto casi prehistórico de comer pan y queso. No es particularmente buen queso ni es particularmente buen pan, pero es esto: pan y queso hechos a mano, en la casa, por nosotros mismos. Es una vindicación de ensuciarnos, y es una forma de hacerse bolita y pensar: pensar en que perdió México contra Brasil, ni modo, pero también en que ganó México contra la mierda y pensar también en qué vamos a hacer con ese monstruoso cúmulo de días que tenemos enfrente. Una cosita de nada, vaya. :)

Y ya. Fue un buen mes, ¿no? Nos llenamos de ilusiones. Unas se cumplieron –le ganamos a Alemania prros!– y otras no. ¿Qué sigue? Un salud. Y si todo sigue normal, nos vemos luego, bajo otro cielo más azul o más gris (también son bellos los cielos grises), con mejores auspicios para todos. Bai.~