Salud a todos al terminar un año

 

Diciembre 17. Es cierto: todos estamos un poco cansados. Es cierto también: 2018 ha sido, como tantos otros, un año duro con nuestras expectativas. Pero ¿no sienten ustedes que hay esperanzas cada que se acaba un año, que hay novedades, que hay esta sensación compartida de que se abre una puerta y esa puerta da a un campo todo lleno de frutos jóvenes o a una ciudad en que las calles parecen recién pintadas? Si ustedes son como nosotros –pero esperen: en realidad, ¿quién no es esencialmente igual a los demás?, ¿quién que esté vivo y consciente no vive bajo este mismo pinche cielo y quién no va por el mundo esperando llegar al fin del día o de la semana o de la quincena o del año o de la vida con la esperanza de decir: Ahora, a descansar?–; si ustedes son como nosotros, entonces, sienten eso cuando se acaba el año. Y esta semana quisimos traerles algo de esa afable sensación.

Invitamos a nuestros colaboradores a concentrarse en el fin y el principio de año y su relación (enorme) con la comida. Isabel Zapata se dejó llevar por los pasillos de la memoria y escarbó ahí una sopa de lentejas con manzanas familiar. Era especial aquella sopa, aunque aparecía en celebraciones, fines de año y días normales por igual. Los recuerdos cambian como nosotros cambiamos, dice Isabel, y nunca podemos estar seguros de ellos. Es verdad, pero también lo es que en esa sopa conviven los recuerdos de la abuela y la madre de la autora y pueden ser evocados cada vez que las lentejas reaparezcan en la mesa. La sopa de lentejas, se sabe, es una cosa que siempre sucede en el pasado.

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Pablo Duarte y Luis Reséndiz exploraron por su parte dos maneras de aprender a lidiar con las cenas de fin de año. El primero pasó muchos años siendo un gran negador de los disfrutes de esas cenas. Cosas de adolescentes que a veces extendemos hasta la edad adulta. Luego, un día venturoso, Pablo probó un buen bacalao. Ahora es un converso del fin de año. (A propósito, acá hay otro bacalao capaz de convertir al máximo de los herejes.) Luis, llegadas las navidades, cena a su manera: en soledad. Camina su ciudad, come pizza, se toma un trago. Está consigo mismo en esa nubecilla amable que parece envolver las noches al final de diciembre. Lean su elogio de la soledad navideña. Tal vez compartan su visión.

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También tenemos recetas para cerrar el año. Hay un pato para dos personas con un montón de salsas indulgentes. (Pueden hacer dos patos y les va a alcanzar con esas mismas salsas.) Hay un huachinango bajo una costra de sal porque éste es el momento del año para deslumbrar y, al mismo tiempo, trabajar poco. Es una receta sencillísima y espectacular a la vista. Y hay, por último, un cerdo con lentejas que implica un gran apapacho finianular en estos días de frente frío. (El cerdo y las lentejas son de esos matrimonios culinarios que no pueden romperse, como el café y la leche la papa frita y la mayonesa. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.) 

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Pero antes de despedirnos sirvamos un coctel picoso y cálido. Brindemos por cosas siempre nuevas y por el divino ardor de que aquí seguimos. Quién iba a decirlo.~