El tesoro del apetito

 

traducción, intro y notas: Gabriel Lara Villegas

para Reem Abouelenain

 
hojasanta_dossier 16-persa.jpg
 

Su nombre completo fue Fakhruddín Ahmad-e Halláj de Shiraz. Él se hacía llamar Abú Is’haq. Nosotros le diremos Abú Isaac, o Bus’hac. Pero pasó a la nada corta historia de la literatura persa con el apodo Atemá — “bocados”.

Entre el delirio de la mística sufí y la literatura glotona y satírica (muy seguido van de la mano estas dos), Abú Isaac eligió lo segundo. No solo eso: decidió parodiar a los enamorados de dios. Donde un iluminado escribe: “Perlas de interminables aguas somos / hoy las olas, mañana mares somos”, Atemá sustituye: “Tiras de inteligente pasta somos / hoy la masa, mañana tarta somos”. Su biografía es un secreto, pero se sabe que fue cardero de algodón, que ejerció las rimas comestibles en una tierra históricamente generosa para las artes –Shiraz– y que contó con el patrocinio de Alejandro, nieto de Timur el Cojo. Bajo su auspicio compuso los títulos Las aventuras del arroz y la tarta, El sueño de Abú Isaac, un Glosario gastronómico –utilísimo para sus lectores del futuro– y el Tesoro de apetito,[1] cuya introducción es esta:

Introducción al sofré[2] del Tesoro del apetito

Y dijo así el frágil siervo de Allah nuestro proveedor, Abú Isaac –conocido como Halláj, o el cardero:

Fue cuando el árbol de la juventud compartía de su sombra, y la rama de la dicha estaba copiosa del fruto del deseo, que produje unos versitos en pro de la improvisación y calibrados para cualquier tema. Y pensé: es esta la senda más sabia: que yo conduzca al noble corcel de la palabra a través de la plaza de la elocuencia, y el flujo del verso disponga para el banquete de la metáfora, como aquellos comensales del sofré del placer terminen tan satisfechos como sea posible, y los maestros de la retórica queden perplejos, y entonces la abundancia venga y mi reputación levante el vuelo. Y me llegó este verso[3]:

سخن هرچه گویم همه گفته‌اند                          بر و بوم او را همه رففته‌اند

Sojan harche guyam hamé gofté and
Bar o bum-e uh rā hame rafté and

Todo aquello que diga ya fue escrito
Toda cumbre y terreno fue descrito

Vario día estuve absorto en estos pensamientos, sobre todo en las propiedades de Ferdousí[4], cuya palabra —que participa de los caracteres de la sal— sabe distinto en cada comida. Y los masnavís[5] de Nezamí, de confiteros dísticos que son alimento para pericos glucoparlantes. Y las delicias de Saadí, que —sin discrepancia entre el gusto de mis congeniales— son como la miel más sabrosa. Y las gacelas de Salmane Savayí, que en leche y miel las lenguas van nadando de grandes oradores al cantarlas. Y la grandeza del genio de Khwayu de Kermán y el zire-ba[6] de su lenguaje, gran remedio contra las melancolías de la verborrea[7]. Y las sutilezas de la lírica de Emad-e Faqih, de voz meliflua que es suave olor bien derramado, y como el suave vino del deseo. Y el fraseo desenfadado y música, y profunda espiritualidad de Hafez de Shiraz, vinolento sin resaca, copero y borracho digestible. Y así con otros poetas, cada uno de renombre en su ciudad, y prodigio de su tiempo.

¿Qué arte, qué ingenio podré guisar que colme de dicha a las creaturas?

Estaba en la matinal holgura, abstraído en estas reflexiones, cuando –desde la cocina– se acercó el humo de un hambre verdadera que agitó el estómago, y apareció súbitamente mi amada bustiargéntea, carilúnea, ojialméndrea, labidulce, pechigranada, boquipistáchea, suavilingüe, regalicia, sobarbibergamótea[8], pisciforme, halvaparlante[9], barbiavellanada — y con un lunarcito negro. Ya el poeta lo dijo:

 از خنده‌ی شیرین نمکدان دهانش                     خون می‌رود از دل چو نمک‌سوده کبابی

Az khandeye shirine namakdāne dahānesh
Khun miravad az del chu namaksude kebābi

 
Porque sonríe dulce su boca de salero[10]
Corre sangre cardiaca como un kebab ternero

Y me dijo: “He perdido el apetito, estoy siempre satisfecha: ¿cuál es la cura?” Contesté: “Hubo un hombre que visitó a su doctor y dijo: ‘me he vuelto impotente’, a lo que el médico compuso el Alfiya wa Shalfiya[11] y, que apenas hubo leído aquel hombre, trajo a sus brazos a una muchacha virgen. De igual manera yo te compondré un tratado del sofré para que, tras una sola lectura, te reencuentres con tu apetito.”

Por el bien de mi querida me ceñí los lomos del alma y con los fogones de la diligencia cociné, en el puchero del pensamiento, un platillo que precisaba de ingenio de rimas y escansiones. Y en la tahona de la ponderación –con una levadura bien deliberada– horneé una hogaza que competía en su redondez con la órbita del disco solar que busca conquistar el mundo, por lo que puedo decir:

خوانی کشیده ام ز سخن قاف تا قاف                             همکاسه کجاست که آید برابرم

Khāni keshidé am ze sokhan Qāf tā Qāf
Hamkāse koyast ke āyad barābaram?

De Qaf a Qaf[12] dispuse la mesa de la estrofa
¿Dónde está el conviviente que pueda hacerle mofa?

E intitulé mi sofré de esta manera: Kanz ol-Eshtehá –o: “El Tesoro del Apetito”– a razón de que ese día celebrábamos el Eid al-Fitr, el fin del ayuno del Ramadán, y nos colmábamos de comidas y bebidas y regalos y pasteles. La mesa donde conmemoro el motivo de la epifanía de esta receta[13]: eso, y no otra cosa, son mis versos.~


[1] N. del t.: Me he basado en la valiosa edición de Mirza Habib de Esfahán (Constantinopla, 1885) y las notas del grandísimo Edward Browne (A Literary History of Persia, III). ¿Ha sido llevado Abú Isaac al español alguna vez? Creo que no. ¿En México? Jamás. Y así seguirá mientras el PRI siga vivo y la revista HojaSanta no pueda continuar.

[2]  Sofré es el mantel que se despliega sobre el suelo para consumir los alimentos persas. La palabra guarda relación con safar, “viaje”.

[3] Los versos de Abú Isaac suelen ser referencias –a menudo en clave alimenticia– a versos de poetas consagrados. En este caso invoca a Ferdousí (Libro de los reyes, 8).

[4] Sigue un catálogo de los maestros de la poesía persa.

[5] Versos pareados.

[6] Dice el glosario final del volumen, compilado en 1885: “potaje de semilla de comino, también conocido como kammún; el mejor es el de Kermán”.

[7] En original selselé-ye (vocablo árabe que significa cadena o dinastía, concatenación) soján, habla o hablante: dinastía de escritores, pero también habla ininterrumpida, encadenada — poesía, tal vez. Con toda seguridad hay aquí una broma, pues el comino (v. nota 6) es un efectivo antidiarreico.

[8] ¡Qué tiempos persas en que la sobarba o papada no era cosa mal vista, sino bella y frutal!

[9] Halva es un tipo de dulce elaborado a base de sémola y que recorre las cocinas comprendidas entre, digamos, el Magreb y Cachemira, y el Yemen y las montañas del Cáucaso.

[10] En la cultura persa y árabe existe una belleza salada (malāha en árabe), una especie de picardía elegante. De ahí el tropo de la boca femenina como un salero (namakdān) que provoca la comida que adereza.

[11] Antiguo tratado de origen indio sobre sexualidad, acaso del siglo XII, e ilustrado con miniaturas bastante explícitas. Se piensa que su misterioso título significa “la mujer de los mil amantes”.

[12] Las montañas Qaf son los límites del mundo habitable.

[13] Nosjé en el original, que puede significar receta médica o culinaria.