Ramen: canción de bienvenida

 

por Alonso Ruvalcaba

foto: Ricky Lai

foto: Ricky Lai

“Siempre supe que lo que haría en mi vida debía tener que ver con ramen”, dice Keizo Shinamoto en Ramen dreams (2013) de Michael McArter. Y también: “No sé cuándo probé ramen por primera vez pero sé que vi ahí un fuego, un fuego que encendía una pasión.” El ramen puede cambiar una vida, puede inflamarla de deseo, un deseo que no es hambre o antojo sino algo más. El ramen, como el jazz o el rock, como algunas drogas, como la carretera, como la poesía, tal vez como el cine, tiene ese poder. El ramen es un alimento pero es más una vocación.

Ramen, cosa elusiva, reconocible, inasible, cosa japonesa, china, caldosa, sápida, fideo, carne, huevo, pescado, alga, soya, sopa, cosa cambiante, shio, tonkotsu, shôyu, miso, plato más fuerte que el más fuerte de los platos.

El ramen puede inspirar una vida, como la de Shinamoto o la del chef Dave Chang, que viajó fue golfista, estudioso de las religiones, profesor de inglés; que viajó al Japón, se internó en los aromáticos pasillos del ramen y volvió a Nueva York a fundar una barra de ramen, Momofuku Noodle Bar, y de ahí ascendió a superestrella de la ciudad más difícil del mundo.

O una vida como la de Ivan Orkin, que siguió un camino parecido pero de Nueva York migró al Japón, a Tokio nada más, para abrir su pequeña ramen shop, y ha contribuido a cambiar desde dentro una tradición que tiene cuando menos un siglo en marcha, desde que chinos y japoneses se encontraron y aquellos pusieron los fideos y éstos el umami.

foto: Takoyaki King

foto: Takoyaki King

Y puede inspirar poesía (se vienen a la mente aquellos versos: Crushed leeks / Top Ramen noodles ground into a blue / and speckled carpet…) y cómic como Naruto y su secuela Naruto Shippuuden y por supuesto cine. No piensen en The ramen girl, de 2008, con Brittany Murphy como la muchacha del ramen, pero piensen en Tampopo (1985) de Juzo Itami, que es una suerte de western de carretera donde el pueblo en peligro es un localito de ramen y los vaqueros salvadores un par de choferes de tráiler aficionados y conocedores del platillo (hoy los llamarían ‘ramen geeks’).

El crítico Roger Ebert dijo de Tampopo: “Es una de esas películas completamente originales que parecen existir fuera de toda categoría. Como las comedias francesas de Jacques Tati, Tampopo es una encantada, feliz meditación sobre la naturaleza humana en que una situación humorística pasa a otra sin esfuerzos, como si la vida fuera una sucesión de sonrisas.”

Sonrisas no fisuradas en sucesión, dicha, encanto, meditación, humanidad. El ramen tiene el poder de atraer palabras como ésas.~


Aquí pueden aprender a hacer el ramen de Tampopo: