#EspeciasMenores: Generalizaciones sobre una tortilla

 

por Pablo Duarte

05182017_especias-generalizaciones sobre tortilla 01.jpg

Será recelo. Será recelo ancestral. Prefiero desde hace tiempo –como tanta gente que lo prefiere sin hacerse problemas ni escribir textos verbosos– esquivar a la tortilla blanca. A veces las circunstancias hacen imposible consentir a esta predilección algo TOC. Los restaurantes ofrecen tortilla pálida, masa amarillenta, otras refrigeradas y sin identidad –ahí hay una tarea pendiente: un atlas pormenorizado de las taquerías que ofrecen diversidad de masa al comensal. Pero, en condiciones posibles, cuando la situación es propicia, el corazón tira hacia la región más lapislázuli del maíz.

Ancestral, el recelo, porque la tortilla blanca era la que se guardaba para los potentados. Bernal Díaz o Bernardino, algún cronista, observó que para estos caciques se guardaban entre algodones tortillas gruesas, inmaculadas y calientes. Tlaxcalli. Para los demás, entre ellos yo, estaban las de maíces de tonalidades y disposiciones menos palaciegas: tlaxcalpocholli.

Demoras como esta ocurren cuando está uno por desayunar una quesadilla hecha con tortilla azul. La mejor quesadilla hecha con tortilla azul. (Esquivo al bache sin fondo de la quesadilla como un objeto con/sin queso; debates así de profundos me superan.) El comal ahúma con los restos de quesillo, los tlacoyos apilados, y uno que se detiene a pensar qué hay en la tortilla azul que tan abisma tanto.

Será que, como dice William H. Gass, el azul “es el color más adecuado para la vida interior. Ya sea suave, ligero, preciso, alto, brillante delgado presto agrio nuevo y fresco o bajo profundo dulce grueso oscuro suave lento terso pesado viejo y cálido: el azul se mueve con facilidad entre todos y todos matizan nuestros estados de ánimo”. La de esta, la mejor quesadilla de tortilla azul, se arrima al azul tatemado mullido. Viene, esta, la mejor quesadilla de tortilla azul, acompañada de una buena dosis de setas, queso rallado, salsa roja y algo de crema. Será que la tortilla azul es la más dispuesta para la vida interior, para demorarse en vaguedades, para hundirse. Se arrima al azul melancólico. Mordidas adentro, uno reconoce, por ejemplo, infancias que no tuvo, personajes que no fue. Mordidas adentro uno los remordimientos toman gusto a chipotle con maíz casi morado.

Será recelo ancestral el que orienta a mi gusto. Un recelo por mirar de frente la melancolía, la sombra azulada del pasado. Ponce de León, y antes que él Herodoto, relató que el rey de los etíopes, longevo increíble, reveló el secreto: una fuente de agua untosa, aceitada, que despedía olor de viola. Chapuzón, y ahí extendían la vida. Pero, en todo caso, y esta generalización acude cuando la quesadilla está por terminarse: ¿no será que la eterna juventud es solo la prolongación de los recelos?  Ponce de León habrá fallado en Florida sin darse cuenta que, al final, el secreto estaba en el tlaxcalpocholli.

Será nomás cursilería. Sea como sea, la ubicación de la mejor quesadilla de tortilla azul se queda conmigo.~