Pequeña guía de la CDMX para saborear con Tabasco

 

#Coautorías es la sección que dedicamos a hablar sobre los proyectos de nuestros patrocinadores. No hay de qué preocuparse: creemos en estos productos más allá de nuestra relación con los clientes.

fotos: Ana Lorenzana

Salón Luz

Qué bonito es el Salón Luz. Hace mucho fue exitosísimo y hubo tres en la ciudad de las calamidades. Hoy queda sólo uno, el primero que existió. Hay que admirar su templanza. (Por cierto, se llama Salón Luz porque estaba frente a la más antigua oficina de Luz y Fuerza, en la esquina de Gante y Carranza.) Se diría que por Salón Luz no pasa el tiempo. Afortunadamente, siguen sirviendo su deliciosa sopa de pollo con un huevo cocido, sus todavía más sabrosas salchichas asadas y sus emparedados de hamburguesa (que en este caso quieren decir de albóndiga empanizada). Pero sobre todo, muy sobre todo, unos increíbles montaditos de una endiabladamente fresca carne tártara, cebolla muy suficiente, gotas de mostaza y un montón de angulas por encima. Esa tártara antigua y fundamental sólo puede mejorar de una manera: salpicándola de Tabasco Original, una fresca erupción de acidez. Salón Luz, nunca te mueras.

Gante 21, Centro

Dr Pizza 

Dr Pizza, en cambio, es bien joven: acaba de cumplir su primer añito. Más que suficiente sin embargo para ya estar marcando el paso en pizzas de la colonia Juárez. Antes de pasar al arte del pizzaiolo, hay que mencionar sus buenos cocteles –un carajillo con cold brew de Panacea o un mezcal con jugo de toronja y jarabe de canela–, sus pertinentes ensaladas y su platón de albóndigas con una montaña de parmesano. Ahora sí: pizzas. Todas van bien con su respectiva irrigación de Tabasco. La Dr. Zap trae mozzarella, ricotta, flor de calabaza y aceite de olivo; hay una de pepperoni en la que puede encaramarse una burrata de ESTE TAMAÑO. Pero la buena la buena es la Dr. Doom, que viene con salame, mozzarella, tomates y chile güero. Si a esa le ponen Tabasco Chipotle será como tener un gran lienzo y luego pintarlo con una obra maestra. Así. Más o menos.

Lucerna 70B, Juárez

El Dragón

El Dragón es un restaurante de la vieja Zona Rosa, y en el centro de ese restaurante se encuentra un pato de Pekín. (El pato de Pekín, no el platillo sino la raza, es una ave pizpireta, rotonda. Lo criaron originalmente en la China y hoy se mueve por el mundo con una antigua dignidad.) El pato de El Dragón es uno de los grandes platillos de pato que hay en la ciudad. Sus cocineros han llevado su práctica a un alto grado de destreza. Dejan al animal colgado, crudo, para que madure; lo rostizan en un horno/chimenea de leña frutal en dos sesiones: la primera de cocción, tras la cual se vuelve a colgar, ahora inmediatamente afuera de la chimenea, la segunda de laqueamiento y terminado, que deja la piel color whisky o caramelo; lo cortan en la mesa, magistralmente, y acomodan las piezas en un plato con la forma que el ave tuvo mientras vivió. El comensal debe tomar una tortilla blanca, delgadísima, calentada al vapor, colocarle un poco de carne, un poco de piel crujiente, salsa de ciruela y naturalmente salsa Tabasco Siracha, que dará agudeza y sal, pepino encurtido y pepino crudo, cebollín. Enrollar el sabio taco y comerlo como un homenaje in memoriam de esa heroica ave que nos da patria y libertad. 

Hamburgo 70, Juárez

Dog House Pub

Junto a la iglesia, el pub (abreviación de public house) ha sido uno de los puntos centrales de cualquier comunidad inglesa, escocesa e irlandesa desde hace unos ocho siglos. Se trata de un local amaderado, en muchos sentidos familiar (solía abrirse una parte de la casa al público, para que el viajero se refrescara con un vaso de cerveza): de eso nos hablan sus paredes de madera, sus cómodos sillones, su servicio entre la amistad y el descuido. Dog House Pub tiene algunas de esas características, pero reactivadas para la ciudad de México y su inveterada colonia Roma. Y tiene también una de las características más queridas de cualquier pub que se respete o no se respete: un plato de fish & chips grasoso, esponjoso, llenador, con un gran trozo de bacalao rebozado y papas fritas de dimensiones considerables. El filo de la Tabasco Original corta la grasa como un bisturí, como mostrando sus bellos interiores en la plancha de un quirófano. 

Sinaloa 61, Roma

Jarocho de las Lomas

El Jarocho de las Lomas es un lugar casi mítico. Es El Dorado que quisieron encontrar los conquistadores pero no pudieron. Es un grial: el local en las Lomas donde se comen muy buenos frutos del mar a precios casi conmovedoramente bajos. Hay empanadas, pescadillas, tostadas y filetes fritos de muy razonable envergadura. Pero sobre todo hay cocteles. (Tienen su propia fila, pues el hambre es mucha y el tiempo corto en la ciudad de los temblores.) El campechano trae, como debe ser, ostión, camarón y callo de hacha. El de caracol es puro equilibrio de acideces. El favorito bajo el sol de las Lomas es el coctel de camarón: tiene mordida, frescura, herbalidad, grasita aguacatosa, una salsa secreta que, emparentada con un chorrito de Tabasco devolverá a la vida al más vivo de los vivos.

Iturrigaray (a la altura del número 105), Lomas de Chapultepec