Por sus restaurantes los conoceréis

CINCO SITIOS DE POLÍTICOS EN CDMX

 

por Jorge Pedro Uribe Llamas; fotos: Pia Riverola

 
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Maquiavelo, pero ése es un libro que ya no tuve la oportunidad de leer en su momento, y si esas obras no se conocen de joven, ya sólo queda hacerlo de viejo, y todavía me falta: pasa que en la prepa nos lo censuraron y aparte hubo que correr al profesor que osó –¡oso!– encargárnoslo de tarea. Digresión, perdón. La cuestión es que yo de política no sé un comino. Por ello, para iniciar, mejor referirme a la reacción de la editora de esta revista al proponerle el artículo: «¡Ojalá que a uno que otro político se le fuera chueca la milanesa del Mirador, ja, ja, ja!».

Cuánto coraje contra nuestros gobernantes, caray: los de la preparatoria, los que administran el edificio, los meros meros, da igual. Zoon politikón es el humano, satiricón el hispánico y criticón el mexicano. Será que ya estamos hasta la coronilla de los políticos corruptos (nota para la corrección de estilo: ambos conceptos no necesariamente componen una tautología, aunque lo dejo a consideración), por lo que en esta ocasión la idea es tratar uno de los lados más amables de la clase política: eso que comen, o, mejor dicho, los sitios donde lo hacen. Y no estoy hablando aquí de los burócratas de las cantinas, benditos ellos, sino de los peces gordos, como quien dice, literalmente hinchados, de los que ven y se dejan ver en los lugares más conspicuos (a riesgo de ser reconocidos, o quizá ya están acostumbrados y fascinados de ser el centro de atención) de la Ciudad de México: Bellinghausen, Estoril, San Ángel Inn… ¡Tantos! Hay y ha habido mil (Ambassadeurs, La Bombilla, Prendes, etcétera); por lo general de mantel blanco, ubicación estratégica y precios en las nubes. Sin embargo, dejemos estos ejemplos fuera, so pena de prolongarnos cansinamente, y concentrémonos, o casi, en cinco nada más, escogidos, la verdad, arbitrariamente.

 
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Pero antes unas palabras. Más digresión, para la digestión. Cada vez que le cuento a alguien –joven– de mi encuentro con Pancho Cachondo en El Tío Pepe («si quieres le llamamos a Calderón, que es mi cuate», El complot mongol y mil temas más), mi interlocutor termina entrecerrando los ojos y frunciendo el ceño levemente: ya pocos se acuerdan del pintoresco personaje (tiempo después lo vi comiendo solo en la cafetería Impala, en Mérida, y no me atreví a saludarlo). La gloria de la política es más pasajera (y pajarera) de lo que uno presupone. Ahí están los ex presidentes, verbigracia, que ya de plano acaban mudándose a otro país. Salvo descaradas u honrosas excepciones, según, el sabor de gobernar dura bien poco y tal vez por eso haya que aprovechar tan ansiosamente el banquete. Sic transit Gloria Trevi (candidata presidencial en su momento, a su manera). No obstante, en fin, los restaurantes ahí siguen, que es lo importante.

Aquí están cinco restaurantes de la ciudad de México por los que conoceréis a vuestros políticos. Clic en los alfileres para leer las notas: